Deadman
Helfer y García López
Planeta DeAgostini. Barcelona, 2007.



 

 

 

 

 

 

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José Luis, el más grande

Cada cierto tiempo aparecen en prensa noticias sobre dibujantes españoles en U.S.A. Suelen ser demostraciones de chovinismo en las que se sobrevalora la importancia de algunos autores en la escena americana. Ya ocurrió antes, cuando el desembarco de dibujantes patrios marcó el principio del fin de Warren. Y sin duda volverá a pasar. El problema no es sólo que acentuemos las virtudes de narradores más bien discutibles como Pacheco. Más grave resulta que olvidemos a tipos que llevan toda la vida trabajando con los yankis, con obras de una calidad sobresaliente.

Pocos se acuerdan de José Luis García López, un gallego que emigró muy joven a la Argentina primero y a los Estados Unidos después, para hacerse un merecido hueco entre los más grandes. Aunque considerado como uno de los mejores dibujantes del mundo por sus colegas, García López es prácticamente un desconocido para el público español. Su presencia ha sido muy irregular, debido entre otras razones a que su trabajo no está bien valorado por los fans. Eso le ha llevado a realizar tareas de merchandising y dibujos de concepto para la D.C., quedando sus historietas reducidas a especiales que aparecen cada mil años.

Sin embargo este año asistimos a una inundación de sus productos. Primero nos llegó una basurilla reciente, una cosa ilegible con Wonder Woman donde la extraordinaria calidad de sus dibujos quedaba sepultada. Algo mejor resultó La mujer hipótesis. El relato, sin ser una maravilla, al menos se entiende. De nuevo José Luis vuelve a deslumbrarnos. Finalmente, dos recuperaciones. Por un lado su trabajo de los ochenta en Los Nuevos Titanes, donde sustituía a George Perez, superándolo con creces a pesar de contar con un entintado asesino.

Y por el otro Deadman, reedición de su colaboración con Helfer, una de las cumbres de su obra y cuya impresión no mejora la versión de Zinco de los noventa. En compensación, se incluye en el mismo volumen una aventura inédita del personaje, de factura reciente. Con un entintado más seco y una narrativa contenida, José Luis consigue que esta bonita historia de amor desde el más allá con aires de thriller vuele muy, muy alto.

Es fácil afirmar que un dibujante es el más grande, dirán ustedes. Sí, pero en este caso no es gratuito. José Luis arma sus figuras con el vigor estructural que sólo pertenece a los más grandes: Foster, Raymond, Víctor de la Fuente o Buscema. Esa fortaleza de los personajes resulta aún más sorprendente cuando se le conoce en persona, ya que su apariencia es frágil y la energía, de haberla, debe esconderse muy en su interior. A ello deben sumar una prodigiosa maestría en la caracterización de sus actores y en la descripción de escenarios y objetos.

Añadan una fantasía desbordante en cuanto a la puesta en escena. Ha marcado la frontera de la investigación narrativa durante muchos años. Ya se aprecia en Los Nuevos Titanes la facilidad con la que salta de modelos de página caóticos a otros mucho más estructurados, en función de la acción.

José Luis es un maestro en su arte. Contemplar su trabajo es un placer y una sorpresa constante. Es claro y preciso y quizás sea su aparente sencillez la que provoca el rechazo de los aficionados. Pero hoy en día muy pocos alcanzan su nivel.

Florentino Flórez

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