Arrugas
Paco Roca
Astiberri Ediciones. Bilbao, 2007.
100 páginas, 15 euros

 

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Tebeo con tema

Toca esta semana hablar de un autor que aborda asuntos serios. Cuando los tebeos salen de sus fines habituales, léase diversión y entretenimiento, suelen conseguir de inmediato la atención de la prensa. Yo creo que la vieja ecuación de Panofsky nunca ha sido bien comprendida. Me refiero al equilibrio entre forma y asunto, cuyo resultado denominaba contenido. Normalmente primamos uno de los dos aspectos, olvidando al otro.

La fascinación por Ware se deriva de sus formas, pero éstas se derrumban cuando las conectamos a sus asuntos. Maus aborda un tema muy importante, pero formalmente funciona mejor cuando relata el conflicto entre padre e hijo, resultando el holocausto casi irrelevante en comparación. Todos estos son tebeos cuyos contenidos fallan. Llenos de grandes hallazgos formales o de muy serias preocupaciones temáticas. Pero fallidos, al fin y al cabo. En comparación, historietas aparentemente irrelevantes consiguen resultados más rotundos. Porque las formas son adecuadas a los temas. Todo esto es muy complejo, sin duda la madre de muchos corderos artísticos y no voy a resolverlo aquí. Pero es una confusión tan habitual que ya resulta cansina.

Algo de eso pasa con el galardonado tebeo de Paco Roca. Pocos autores se atreven, como hace él en Arrugas, con un asunto tan complicado como el Alzheimer. La enfermedad es sólo una parte de todo lo que su historia nos cuenta: la soledad, la decadencia, el abandono, la identidad y la memoria... Pero, como decía al principio, la elección de un buen tema no nos asegura la calidad del producto. Aquí tampoco ocurre. Con todo, lo considero un buen intento, con el valor añadido de plantear realidades que habitualmente quedan fuera de las viñetas. Pero se queda a medias.

Su protagonista es un señor abandonado por su familia en una residencia. Con esto pierde ciertas posibilidades dramáticas, ya que la posible interacción familiar queda sin explorar y en su lugar se inventa una serie de amigos nuevos poco definidos. Lo mejor del álbum, además de un dibujo bonito y un color correcto, es la descripción de la pérdida de memoria, con ausencias y saltos en el tiempo. Sin apenas énfasis, adoptamos la mirada del héroe y sentimos los vacíos o volvemos al pasado de forma inesperada.

Especialmente emotiva es la llegada a la residencia, que el enfermo interpreta como su primer día de clase. También resulta encantador el flash-back de otro paciente que parece ausente, pero que sonríe cuando su mujer le llama tramposo. En una deliciosa vuelta al pasado descubrimos qué es lo que le hace sonreír.

En general, la frustración del protagonista ante los avances de su dolencia y su carácter irreversible y fatal está bien expresada, evitando la sensiblería y el regodeo en los detalles escabrosos. Son temas sin duda tristes pero el autor se las apaña para mantener un tono amable, que esquiva los abismos de la tragedia.

Quizás el mayor problema es estructural. Paco Roca parece querer seguir a la enfermedad y su tebeo se desliza de una anécdota a otra, sin cuidar en exceso las conexiones. Se percibe la voluntad de evitar un relato demasiado lineal y la búsqueda deliberada de secuencias sincopadas, fragmentos de realidad que en su discontinuidad nos aproximan a las vivencias de los personajes. Puede ser, pero como dice Pere Joan, yo soy muy estructural, así que todo esto es superior a mis fuerzas y acaba distanciándome. Reconozco el mérito de Roca y los momentos fuertes del relato, pero en conjunto me decepciona.

Eso sí, permanezco atento a su próximo tebeo.

Florentino Flórez

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