Agamenón
y la terrible Fifí. Superhumor clásicos
Nené Estivill Ediciones B. Barcelona, 2008. © 2003 El Wendigo. Todos los derechos reservados
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Igualico, igualico... El desenfreno recuperador que parece embargar
a algunas editoriales no afecta sólo a productos extranjeros, principalmente
americanos pero también franco-belgas y japoneses. Queda un hueco
para algunas series españolas que me imagino se dirigen a un público
nostálgico y que ahora está en posición de pagar
por el capricho de volver a sus lecturas infantiles. En realidad, con
estas reediciones se corrige una anomalía. ¿Se imaginan
que no se pudiesen adquirir con facilidad copias de las obras de Unamuno
o deuvedés con los clásicos de Berlanga,
por ejemplo? Conocer la tradición en que estamos inmersos es obligado
para entender las obras de la actualidad o, simplemente, para volver a
disfrutar con aquellos trabajos que ya han pasado la prueba del tiempo. Esto ya ocurre en otros países, a pesar
de la escasa consideración cultural que el medio padece. En los
Usa se publican sistemáticamente historietas clásicas, en
ediciones cada vez mejores. Lo mismo en Bélgica o Francia, con
la aparición de las obras completas de autores como Jijé,
Hergé, Greg y tantos otros, que
nos recuerdan los huecos, o mejor los abismos, que todavía permanecen
inexplorados por aquí. En España, más allá de
algunas iniciativas dignas de elogio, quienes se están mostrando
más activos son los de Ediciones B, que se dedican a desempolvar
el catálogo de Bruguera, poniendo en el mercado recopilaciones
de sus clásicos personajes. No sólo eso, cada cierto tiempo
dedican un volumen a algunos de los autores de la extinta editorial. Recientemente
se publicaba un completo estudio sobre Escobar, donde
se nos permite asomarnos a algunas de las facetas menos conocidas del
famoso padre de Zipi y Zape o Carpanta, entre otros. Un trabajo curioso
y muy documentado, que se presenta cargado de imágenes sorprendentes,
muestras del trabajo de un creador polifacético. También son de agradecer los tomos
dedicados a El Jabato, que conmemoran el medio siglo del personaje. Ya
he expresado con anterioridad mi admiración por el héroe
creado por Mora y Darnís. Aunque
surgió casi como un clon de El Capitán Trueno, lo cierto
es que en más de un aspecto superó al original, alcanzando
notables alturas trágicas, sin perder un saludable gusto por la
aventura. Por último, bienvenida sea la recuperación
de dos conocidas creaciones de Nené Estivill.
Este gallego que lleva ya muchos años afincado en Palma demostró
con su original dibujo que, bajo el paraguas de lo que denominamos escuela
Bruguera, podían guarecerse estilos muy diversos. En su caso, su
trazo enérgico y nervioso tiene poco que ver con lo que luego se
denominó línea clara. Más bien parece anticipar con
su desparpajo y fluidez propuestas posteriores, más sucias y gamberras,
que demostraban algo ya sabido: en los tebeos pesan más las ganas
de contar que las finuras artísticas. Estivill nos sigue divirtiendo
con un dibujo básico y muy personal, con sus personajes brutos
y cargados de mala leche y un ritmo frenético propio de los tiempos
del cine mudo. Permanece tan fresco como lo recordábamos. Una muy
afortunada recuperación. Por cierto, hoy en día, acostumbrados
como estamos a que los tebeos imiten el hablar callejero, resultan sorprendentes
las innumerables comillas que pueblan los bocadillos de Agamenón.
Cada término que se separa del original normativo, como “pedra”,
en lugar de “piedra” queda marcado con sus respectivas comillas,
con una pulcritud ortográfica que, no me cabe duda, es un evidente
signo de otros tiempos.
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