Mordillo para todos
El pasado jueves 18 de Junio se inauguraba en
el Palau Solleric de Palma una muestra antológica de Guillermo
Mordillo, el popular humorista argentino. Aunque hace tiempo
que sus chistes no se publican en España, sus característicos
personajes blancos sobre fondos de colores vibrantes resultan inolvidables.
Mordillo lleva muchos años construyendo una sólida imagen
de marca, tanto que se acaba teniendo la sensación de que "visto
uno, vistos todos". Pero la coherencia de su trayectoria no debe
engañarnos, su mundo es mucho más complejo de lo que su
colorista superficie podría sugerir. Para demostrarlo, permítanme
que emplee un recurso tomado de una célebre campaña que
sin duda recordarán. Se aplicaba a un refresco muy conocido y,
curiosamente, contaba con un locutor argentino.
Para los argentinos
Más concretamente para los nacidos en Villa Pueyrredón,
barrio donde Mordillo vivió sus primeros años y que seguramente
fue edificado por obreros españoles, ya que luego él ha
visto zonas muy parecidas en Barcelona y Palma. Aunque hace ya muchos
años que abandonó su patria, él se ajusta a nuestro
estereotipo argentino: es locuaz y sentimental, justo lo contrario de
su obra, muda y emocional, nunca sensiblera ¿Viste?
Para los emigrantes
Sus padres lo fueron. Su madre venía de Asturias y su padre de
Extremadura. Y él lo ha sido desde su juventud. Primero emigró
a Lima, luego a Nueva York, más tarde a París y pasó
por Palma Nova. Su obra ha sido incluso más viajera que él
y prácticamente la encontramos por todo el planeta. Si a alguien
la casa el término "ciudadano del mundo" es a él.
Para los animadores
El cine de animación fue su primera pasión. Blancanieves
y los siete enanitos le fascinaron. Empezó realizando pequeñas
animaciones en su casa. Luego consiguió trabajo como animador
en un estudio en Buenos Aires. También con los hermanos Fleischer
en la Paramount de Nueva York. Su primer libro, El Galeón,
es prácticamente un story para ese largo que nunca llegó
a hacer. Luego en Alemania adaptaron sus gags en pequeños cortos.
Lo ha intentado en 3D y recientemente ha supervisado proyectos de animación
en Argentina y China.
Para los diseñadores gráficos
En Lima trabajó en una agencia de publicidad y realizó
no pocos carteles. Eso se nota en su obra, donde el discurso gráfico,
el hábil empleo del color y la composición, dirigen la
mirada del lector y favorecen la claridad de la comunicación.
Muchas de sus ilustraciones no intentan ni siquiera resultar cómicas,
entrando en terrenos de pura poesía visual, son sencillamente
imágenes memorables.
Para los ilustradores
Entre sus primeros encargos se contaron ilustraciones para cuentos infantiles.
Luego realizó tarjetas de felicitación, donde empezó
a dibujar sus personajes “patata”. Tanto en Lima como en
Nueva York y París trabajó dibujando tarjetas. Luego saltó
a los gags ilustrados. Pero sus tres primeros libros todavía
conservan cierta estructura narrativa, que se va desvaneciendo. Hay
una historia en El galeón, se desdibuja en Crazy
Cowboy y casi desaparece en Crazy, Crazy.
Para los currantes
Mordillo siempre ha sido un trabajador terriblemente disciplinado. No
duerme mucho y procura aprovechar sus largas jornadas de la mejor manera
posible. Revisar sus cuadernos de ideas o sus minuciosos bocetos nos
permite comprobar que su pasión ocupa todo su tiempo. Hace ya
mucho que vive holgadamente de los frutos de su esfuerzo, pero sin ese
orden y ese rigor con que maneja sus asuntos, nada de eso habría
sido posible.
Para los optimistas
El héroe de Mordillo es un solitario, pero no se queja por ello.
Es Keaton, o Langdon, es un tipo que
no desespera jamás. Capaz de saltar montañas, cruzar precipicios,
sortear todos los obstáculos y, finalmente, conseguir sus objetivos.
Nunca se rinde, ni se doblega. Y su energía es contagiosa.
Para los pesimistas
Mordillo ha definido su humor como "la gentileza de la desesperación".
Su arte es terapéutico. No evita hablar de la soledad, incluso
de la muerte o el desamor. Pero extrae una sonrisa de los temas más
amargos. En ese sentido, a él le gusta definirse como un humanista.
No entiende el humor como mera comicidad, contar chistes. Lo considera
algo más profundo, una forma de afrontar la vida.
Para los golfistas
Su abuelo era minero y él juega al golf. No puede evitarlo. Forma
parte de su universo, junto con otros muchos deportes. Ha ilustrado
no pocs gags sobre futbol, otra de sus pasiones, tenis, atletismo...
Admira la capacidad de concentración de los deportistas. Y entiende
que es muy similar a su propia obsesión por el dibujo. Sus personajes
son blancos y redondos, como pelotas de golf.
Para adultos
Su mundo es muy natural y el sexo es un aspecto más sobre el
que se puede bromear. A veces ellos presumen de lo que no tienen, o
ellas nos desarman con sus encantos. A menudo sus personajes se entregan
a la pasión amorosa y entonces saltan chispas. Ha explorado irónicamente
las muchas metáforas del amor y con todas nos hemos reído.
También ha jugado con la idea del cortejo y las extrañas
maneras que empleamos para hacernos querer.
Para niños
El humor de Mordillo es universal y no tiene edad. Como en Fellini,
su mirada es natural, limpia y directa. La mirada de un crío
que se asoma por vez primera al mundo y nos cuenta lo que ve, nos habla
del ridículo y la fiesta, de la ciudad y la jungla, de nuestras
costumbres y nuestros vicios. Lo hace sin palabras, para que resulte
más claro.
Para bestias
Quien conoce a Mordillo conoce sus jirafas. Y sus perros. Y sus elefantes,
sus caballos, sus cienpiés, sus renos, sus arañas, sus
pájaros... Nada en el reino animal le es ajeno. Sus bichos se
han convertido en peluches o puzzles, pero no han perdido su principal
característica: son divertidos. Y casi humanos.
Para urbanitas
Sus edificios son el lugar de encuentro de amantes. Tienen muchas ventanas
y un aire a Magritte. En sus azoteas puede pasar cualquier
cosa. Nadie parece habitarlos y de repente están llenos de gente.
Sus casas lloran, se inclinan, se comportan como materia animada.
Para artistas
La forma no es una prioridad para él. Sólo un medio, así
es como nos cuenta sus historias. Con los años ha ido refinando
sus métodos. Empezó con chistes en blanco y negro. Luego
consiguió publicar en color. Durante mucho tiempo empleó
la acuarela líquida. Con ochenta años decidió cambiar.
Lleva la última década redibujando algunas de sus imágenes
más conocidas y traduciéndolas a una mezcla de acrílico
y pastel. Pero mantiene sus objetivos: el color, la composición,
todo queda al servicio del humor. Su obsesión: conseguir que
todo lo que aparezca en sus dibujos resulte cómico.
Para todos
El arte de Mordillo nos resulta tan familiar que podemos cometer el
error de creer que no podrá sorprendernos. Y no es así.
Pasma el volumen de su producción, la calidad y detalle de sus
originales, la variedad de su trabajo, los diferentes soportes a los
que se han aplicado sus ideas. Y, sobre todo, aunque volvamos sobre
imágenes suyas que ya conocíamos, consiguen hacernos reír.
O sonreír. A todos. Y eso es muy importante y bastante difícil.
Es uno de los grandes, no lo olviden.
Florentino Flórez