El 13 de marzo de 1999 fallecía en Nueva York el guionista de comics Lee Falk. Aparte de una necrológica con el insípido regusto de las noticias de agencia, poco interés parece haber despertado esta pérdida; extraña reacción cuando hace muy poco se debatía intensamente si Hergé usaba calzoncillos rojos o azules y que puede equipararse con la escasa atención prestada a la muerte de Bob Kane. Esto viene a demostrar “como está el patio” fuera del cada vez más reducido círculo de aficionados. Aunque sólo fuese por lo reciente de la versión cinematográfica de The Phantom, o por la difusión de su obra en más de seiscientos periódicos y más de sesenta países, estamos convencidos de que Lee Falk, como homenaje postrero, merecía haber tenido mayor cobertura.

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El Wendigo nº 80

 

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EL HOMBRE ENMASCARADO

El espíritu que camina
El éxito de Mandrake el Mago no sólo exigió la aparición del mismo en planchas dominicales sino que la King solicitó a Lee Falk otro personaje y éste dio rienda suelta a su fantasía para crear The Phantom. Estrenada en febrero de 1936 en el periódico New York American Journal disfrutó de un éxito aún mayor que el de la serie anterior. The Phantom y los muchos nombres con que ha sido traducido a idiomas de todo el mundo es una de las sagas que ha calado de forma más profunda entre los aficionados al cómic. El autor de estas líneas tiene el convencimiento de que este personaje se incrusta en la conciencia del lector de tebeos antes de su nacimiento, como si se tratase de un arquetipo jungiano, de tal modo que cuando alguien desarrolla esta afición conoce todos los detalles (el juramento, el trono de la calavera, la jungla profunda, Satán, Guran y los enanos Bandar, la paciente Diana Palmer que esperó cuarenta y un años para casarse sin envejecer una arruga) antes de leer una sola viñeta del mismo.

The Phantom desarrolla sus aventuras en un territorio mítico, una Jungla Profunda (Deep Wood) así denominada en los mapas que inicialmente se situaba en algún lugar de la costa Indostánica. Según Lee Falk sus fuentes fueron Tarzán, Kipling, los héroes mitológicos y Robin Hood. A estos antecedentes declarados hay que añadir toda la literatura popular de los años veinte y treinta de este siglo, plagada de personajes como Doc Savage o La Sombra o el mismo Conan. La combinación de estas fuentes arroja unas historias plenas de exotismo, acción y fantasía, en las que se representa la superioridad del hombre blanco, pero también la incomprensión e indiferencia con que acogen sus disposiciones los indígenas y donde, curiosamente, el colonialismo occidental no se exalta aunque tampoco se critica.

El hombre blanco, The Phantom, predomina sobre la población indígena, impone su ley, dicta sentencia y castiga según su código particular; pero al mismo tiempo actúa como un freno a la contaminación exterior, expulsa a los traficantes de armas e impide el alcoholismo y la avaricia entre las tribus. Para enjuiciar correctamente este enfoque hay que tener en cuenta la época en que fueron escritas estas historias, con medio mundo bajo el dominio británico y otro medio bajo el francés y el de otras potencias occidentales, sus destinatarios: adultos norteamericanos blancos afectados todavía por el crack de 1929 y la crisis económica consiguiente, y, sobre todo, la manera de narrar de Lee Falk que en ningún momento se regodea con la situación. En realidad, la misión del Fantasma consiste en preservar a la selva y sus habitantes en un estado de primitiva ingenuidad y pureza. Los blancos buenos, generalmente los oficiales del ejército inglés, no se mueven de la ciudad costera, dejando que las tribus resuelvan solos sus problemas; los blancos malos son todos aquellos que se adentran en la jungla intentando explotar sus riquezas y a sus hombres. El Espíritu que Camina da buena cuenta de ellos y los devuelve a su corrompida civilización.