Parecía un objetivo inalcanzable pero finalmente el trabajo del gijonés Gaspar Meana, La Infanta, el Pirata y el Niño ha sido editado. Se trata de un álbum que por muchos conceptos se sale de lo habitual. Tiene de excepcional el número de páginas (115), la rigurosidad histórica y algo mucho más importante, la capacidad de emocionar al lector con unos personajes empeñados en rebelarse contra un destino implacable.
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LA
INFANTA, EL PIRATA Y EL NIÑO
Introducción
Primero, los hechos En el turbulento otoño de la Edad Media española, Alfonso, Conde de Gijón y de Noreña, hijo bastado de Enrique II de Castilla, intenta adueñarse del trono aprovechando la debilidad de los dos sucesores legítimos del Rey. Sus nada ocultas intenciones de hacerse con el poder le han llevado en varias ocasiones a la cárcel. En 1394, su sobrino, Enrique “El Doliente” le concede el perdón regio, muestra de benevolencia o debilidad que Alfonso aprovecha para ponerse a conspirar de nuevo desde las tierras de Asturias. Harto de tanta rebeldía, el Rey organiza su ejército con la intención de derrotar de una vez por todas a su exasperante familiar. De una forma muy escueta estos son lo hechos históricos que constituyen el punto de partida de La Infanta, el Pirata y el Niño. El álbum se centra en lo que sucede a partir de este momento y durante algo más de un año; es decir, el asedio a Gijón, una primera tregua, la llegada a Asturias de corsarios ingleses al mando de un tal Henry Pay, las maniobras diplomáticas de uno y otro bando ante el rey de Francia y el postrer saqueo y destrucción de la ciudad. Todo ello sazonado con arrebatos pasionales, exaltadas declaraciones de lealtad, asaltos, torneos, reflexiones políticas y mucho más que sería prolijo describir. Personajes fatídicos La Infanta, el Pirata y el Niño está protagonizado por dos personajes fascinantes en su condenación. Tanto Alfonso de Castilla, al que se deja ver como un verdadero demonio hecho carne, como su esposa a la fuerza, Isabel de Portugal, aparecen unidos por un destino trágico: el de no alcanzar nunca la paz ni ver satisfechas sus aspiraciones. Como tantos protagonistas de las novelas de Scott Fitzgerald, estos dos, por su condición de bastardos, son los más pobres entre los ricos, los marginados dentro de la clase privilegiada de la época y de ahí su frustración y postura insurrecta. A pesar de la maldad intrínseca de Alfonso, no deja de despertar un grado de simpatía en el lector, por cuanto sus aspiraciones son legítimas en cierta medida y por cuanto su oponente, el rey de Castilla, apenas posee rasgo alguno que le haga destacar. Si esto sucede con Alfonso, Isabel todavía mueve más a la admiración del lector por su férrea determinación, por su abnegada fidelidad (política, no sexual) hacia alguien que jamás la quiso y que nunca se privó de restregárselo por la cara. Junto a estos, el álbum está habitado por varios caracteres relevantes. Cortés de Parres por su lealtad a una causa perdida, podría decirse que es leal a la propia lealtad. Henry Pay por anteponer el amor, un amor imposible, a sus intereses materiales. Pero Niño por su maduración como persona en el tránsito de la niñez a la juventud y en un ambiente bélico. Hay también un protagonista colectivo, el pueblo gijonés, atrapado entre quien se considera su señor y por tanto dueño de sus bienes y haciendas y las tropas castellanas a quienes ven como liberadoras pero de quien deben soportar todos los rigores de las guerras. Es este, por tanto, un tebeo de personajes, una historia coral en la que el hilo narrativo salta de uno a otro y todos, como sucede en la vida real, con su parte de razón y su parte equivocada. |