La Maquinación Voronov es el título de la última aventura de Blake y Mortimer. Blake y Mortimer son los personajes más conocidos de Edgar P. Jacobs. Edgar P. Jacobs fue un colaborador de Herge, uno de los que le ayudaban con la documentación y los fondos de Tintín. A pesar de esa relación, la obra de Jacobs tiene poco que ver con la de Hergé.

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El Wendigo nº 83

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LA MAQUINACIÓN VORONOV

En pocas palabras, lo que en Hergé es una narrativa fluida y una preocupación constante por mantener la atención del lector, en Jacobs se traduce en unas aventuras cargadas de textos que repiten lo que ya nos cuentan las imágenes, un total desinterés por los elementos de continuidad visual y por aquello que diferencia un tebeo de verdad de algo que sólo lo parece. Esa pesadez proverbial de los álbumes de Jacobs no le ha evitado seguidores. Hay quien habla del caracter literario de su obra, de que él no repite, sino que enfatiza, etc. Como se suele decir, “hay gente pa to”. Personalmente, la relectura de sus álbumes, ahora reeditados por Norma, no ha modificado la lamentable opinión que tenía de un trabajo que considero sobrevalorado. La cuestión es que, desde su muerte, se han venido publicando álbumes en los que otros autores probaban fortuna con sus personajes. El primer intento fue más bien desalentador. Aún más teniendo en cuenta quién era el guionista: Jean Van Hamme, una de las más firmes y versátiles plumas de este continente (me refiero a Europa). Pero lo imposible sucede y, con El caso Francis Blake, Van Hamme falla. Además estrepitosamente. Ocurre lo peor que podía pasar, que, realmente, parecía un trabajo de Jacobs. La voluntad de seguir sus pasos hace que Van Hamme firme uno de sus trabajos más endebles.

Esta es la razón por la que me resistía a comprar esta entrega, firmada por Sente y Juillard. Ciertamente, de no haberlo hecho me habría perdido uno de los álbumes más interesantes del año. Esto sí que es un tebeo de los de antes. Al principio el lector puede sentirse atemorizado por los grandes bloques de texto (marca de la casa Jacobs). Pero, al contrario que en casos anteriores, aquí los cartuchos no repiten lo que ya vemos en la imagen. Aunque, como es habitual, ralentizan un poco el ritmo de lectura, la intriga está tan bien construida que ni siquiera este impedimento nos detiene. La obra tiene sesenta páginas y está, ya digo, cargada de textos. Y, sin embargo, es de esos tebeos que no se pueden soltar hasta el final. Además, tiene el encanto de las narraciones clásicas de espías, con un aire más a lo Hitchcok que a lo Greene, o al Huston-Hill de El hombre de Mackintosh, o al Pollack de Los siete días del Condor. La acción se situa en los años de la guerra fría y encontramos todos los ingredientes imprescindibles; fuga imposible de las cárceles de la K.G.B., persecuciones desenfrenadas por Moscú, agentes dobles, durmientes, humor inglés, etc.