Brigada de la luz |
Hermanos de sangre No hemos perdido la pista del dibujante de nombre impronunciable Peter Snejbjerg, desde sus primeras aportaciones en la serie Dreaming. Lo vimos en Predicador y en Hellblazer y siempre nos fascinó por la limpieza de su diseño, por lo acerado a la par que elegante de su extremada separación de blancos y negros. Ahora vuelve para contarnos una peculiar historia en la que la épica de la Segunda Guerra Mundial se mezcla con argumentos que siguen la estela dejada por Predicador. Ángeles y demonios emplean la Tierra como zona de combate, en una extraña mezcla en la que el centurión que dio muerte a Cristo se alía con las fuerzas del bien para derrotar a nazis que ocultan tras sus uniformes sus mefistofélicos orígenes. El relato disfruta por un lado del aliento dejado por esa maravillosa serie de televisión, Hermanos de sangre, con pobres soldados que hacen lo que pueden en parajes desolados que inmediatamente nos remiten a la terrible batalla de Vastogne. Luego la cosa se enreda cuando entran en juego los elementos fantásticos que animan la historia. Pero poco a poco se recupera el tono inicial y las secuencias se cargan con un doble mensaje moral. A la inicial buena causa que defienden los soldaditos, la lucha contra la perversión nazi, se une una segunda, más amplia, la agonía contra un mal mucho más profundo y amplio, el Mal con mayúsculas. La pequeña compañía de héroes, esa Brigada de la luz que da título al volumen, recuerda no por casualidad al grupo imaginado por Tolkien en El Señor de los anillos. Parecido sentimiento democrático y cristiano invade ambos relatos. Aquí como allí los más humildes, los que avanzan a pesar de sus dudas y falta de fe, los pobres de espíritu son los que finalmente triunfan. Y puedo asegurar que la confrontación final
es todo lo violenta y emocionante que sería de desear. Y más.
Un tebeo irregular, con sus vacilaciones y zonas espesas, pero cargado
de grandes momentos y espléndidas ideas. El dibujo y el color son
fantásticos.
|