Asterix: el cielo se nos cae encima
Albert Uderzo
Salvat Editores. Barcelona, 2005

 


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El crepúsculo de los dioses

Tengo un amigo anarquista que cada vez que nos vemos me pregunta por el Capitán Trueno y Crispín, algo que parece divertirle profundamente. Como lector de tebeos ya madurito, estoy acostumbrado a este tipo de chanzas. Para una mayoría de la población, todos aquellos que pasados los veinte años siguen leyendo historietas, constituyen un grupo extraño e inmaduro, eternamente enganchado a Asterix y sin la inteligencia necesaria para acercarse a las elevadas páginas de un, digamos, Saramago. Debo reconocer que aciertan en lo segundo. Aunque quizás lo primero no sea tan evidente.

Los pocos que sobreviven a la criba del paso a la edad adulta, ese momento en el que, reconozcámoslo, no se liga nada leyendo comics, forman dos grupos casi sin relación entre sí. Están los que al cabo de los años vuelven a los tebeos en busca de una infancia perdida. Y aquellos, entre quienes me incluyo, que disfrutamos del medio, con un interés que espero tenga poco que ver con la nostalgia.

En ese sentido, hace ya muchos años que había dejado de comprar los álbumes de Asterix. Incluso antes de que Goscinny, su guionista, se muriera. La fórmula ya había dado muestras de agotamiento, en episodios como el del viaje a USA o el paseo belga.

Por eso me ha sorprendido volver a topar el último álbum del pequeño galo en la cabeza de las listas de ventas de libros. Una vez leído, las conclusiones no resultan muy favorables para los lectores de este país. Si un tebeo tan malo se vende más que la más popular de las novelas, es que tenemos problemas. Y serios.

En general, me gusta Asterix. Y aún más Goscinny, creador de personajes tan jugosos como Iznogud o Lucky Luke. Tengo un gran recuerdo de los primeros episodios del personaje. De hecho, me he sorprendido recordando, al leer esta última entrega, todas las palabras latinas que la serie iba introduciendo y que, se quiera o no, nos ayudaron a aproximarnos al mundo romano. Sigo pensando que Tintin está a otro nivel, pero Asterix me parece un personaje respetable y, si me apuran, necesario.

Por eso creo que Uderzo, el dibujante, debería, o bien buscarse un guionista, o abandonar la serie. Cerrarla y no castigar más a los aficionados con entregas como la presente, cargada de malas alusiones al manga y a Disney, con un argumento que no dejar de ser una excusa para hilvanar los gags habituales y la consabida ración de batacazos. Sólo para incondicionales.
Florentino Flórez

 

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