Punisher: nacimiento
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Regreso al valle de la muerte Desde que Darick Robertson anunciara a su paso por Palma lo que estaba dibujando para Garth Ennis, muchos esperábamos con impaciencia los frutos de esa colaboración. Ni más ni menos que un tebeo sobre el origen de Punisher, violento personaje de la Marvel, a cargo de Ennis desde hace ya tiempo. El Castigador, que es como se llamaba este antihéroe en España, es el típico producto de los setenta. Un veterano de Vietnam que ve morir a su familia a manos de la mafia y que, desde ese momento, liquida a todos los criminales que se ponen a su alcance, sin atenerse a legalidad alguna. Kubert, Heath, Zeck, Conway, Dillon... La lista de autores que han aportado su talento a esta saga es larga y, en ocasiones, muy afortunada. En cuanto a Ennis, ya había firmado algunos relatos bastante entretenidos y confiábamos en que su revisión de la guerra de Vietnam fuera la historia definitiva del personaje. No lo tenía difícil, ya que no ha sido especialmente bien tratada en los tebeos. Ahí están los relatos de las Boinas Verdes, que se benefician del soberbio arte de Kubert, pero con unos guiones que tienden al maniqueísmo. Nam, el comic-book de la Marvel, adoptaba el punto de vista del soldado de a pie, pero sin llegar a resultar interesante. Hay más intentos, sin mencionar las innumerables ocasiones en que se ha abordado de manera metafórica, en tebeos de ciencia-ficción y similares. Pero, al igual que en el cine, donde hemos tenido que esperar muchos años para contar con una auténtica obra maestra sobre esta guerra, un film en el que se explica claramente el conflicto, en el que los dos bandos son tratados en términos de igualdad y en el que la objetividad no excluye la emoción, sino todo lo contrario, supongo que a los tebeos aún no les ha llegado su momento. Quizás necesitemos nuestros Platoon, la bobada aquella de Kubrick o Apocalypse Now de papel, antes de que alguien consiga su particular Cuando éramos soldados en viñetas. Ennis desde luego ni se acerca.
Como siempre, es entretenido. Curiosamente, emplea la mitad de su relato
en ajustar cuantas con la película vietnamita de Brian
de Palma, la de la violación. Pero luego parece perder
el norte y el final es muy chapucero. Nunca imaginé que alguien
como él pudiera firmar diálogos tan baratos como el del
soldado blanco y el yonqui negro. Robertson cumple. Y
poco más. Claro que si les gustó Platoon, quizás
esto les parezca maravilloso. A mi no.
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