Punisher: Madre Rusia
Ennis y Braithwaite
Panini Comics. Barcelona, 2006

 

 

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Vuelta a la URSS

Ya he expresado con anterioridad mi admiración por Ennis. Este guionista irlandés firmó una de las series capitales de los noventa, Predicador, un delirio terrorífico-religioso por donde se paseaban muchas de sus obsesiones, filias y fobias, homenaje a John Wayne incluido. Al concluir esa saga dedicó su tiempo a uno de los personajes más típicos de los setenta: el Castigador. Ennis parecía sentirse a gusto con este bastardo políticamente muy incorrecto, un vigilante que no cree en la reinserción ni la alianza de civilizaciones y que sólo reconoce la ley que marca su magnun o lo que sea que empuñe en ese momento. En los últimos años el guionista nos ha brindado episodios brillantes al lado de otros mediocres, como su incursión en el Vietnam, o simplemente entretenidos.

Ahora junta al personaje con el Coronel Furia, otro vestigio de la Guerra fría, que Ennis ya había abordado en otra miniserie anterior. Y los embarca en una aventura que los conducirá a una base llena de misiles nucleares en el corazón de Rusia. El resultado se acerca a los mejores momentos de Forsyth, mezclado con un aroma a lo Siegel o Aldrich. No hay grandes discursos, tan sólo una lucha individual por la supervivencia y la atención a unas normas básicas, sobre todo no abusar de los niños. Y es que la razón que encuentra el Castigador para embarcarse en esta misión suicida es salvar la vida de una niña, infectada con un virus letal que el ejército desea adquirir, aunque para ello deban sacrificar a la criatura. Algo que todos sabemos los héroes no consentirán.

Ennis vuelve a sorprendernos con unos personajes enloquecidos y un ritmo frenético que no decae en ningún momento. Atención al climax dramático, con el protagonista amenazando con volar todas las capitales rusas si no le permiten salirse con la suya. El dibujante nos recuerda en ocasiones a Kubert y cumple con eficacia. Su grafismo aporta el toque de dureza y oscuridad que una historia bronca y salvaje como ésta necesita. Si están cansados de leer a Heidegger y desean relajarse, éste es su tebeo.
Florentino Flórez

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