El caso del velo
Pétillon
Norma Editorial. Barcelona, 2006

 

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Preparados para lapidar

Hace unos días, saltaba a la prensa la noticia de que el último álbum del autor francés Pétillon estaba dedicado al problema islamista. No es habitual que los periódicos hablen de tebeos y sólo suelen hacerlo cuando alguien se muere, se presenta la última entrega de algún personaje realmente popular o se trata de algo muy original, preferiblemente escandaloso. Como en las últimas semanas la cosa ha estado bastante animada con lo de las caricaturas danesas, era natural que cualquier dibujante que abordara el tema captara inmediatamente la atención de los medios.

Sin embargo, ya adelanto que pocas novedades encontrarán en este episodio del detective Jack Palmer. Nunca he sido un fan del personaje y esta aventura no me ha hecho cambiar de opinión. Pero, por otro lado, no puede acusarse al autor de falta de calidad en su trabajo. Simplemente, peca de una neutralidad que bordea el aburrimiento, esquivando cualquier posible foco de interés dramático. Es francés, así que no esperábamos el entusiasmo de una Fallaci, por ejemplo. Pero sí algo más de chicha, la tensión que se deduce con naturalidad de asuntos tan candentes.

Pues nada. Pétillon construye una suerte de vodevil, con un dibujo algo más expresivo y bonito de lo habitual en él. El relato nos cuenta la búsqueda de una joven francesa que parece haberse integrado en una facción radical islámica. Por el camino vamos conociendo otros musulmanes franceses y sus diferentes posiciones ante el Corán, sus preceptos e interpretaciones. Algunos de los imanes que se nos muestran son muy cabezotas y otros más abiertos. A lo largo de todo el álbum se insiste en la vieja tesis de la diversidad de tendencias en el mundo islámico y lo exagerado de algunas visiones externas.

En fin, toda la aventura acaba como el rosario de la aurora y uno no sabe si Pétillon intenta decirnos que nos tomemos tan poco en serio lo que nos acaba de contar como su final o, sencillamente, que no conviene exagerar y que to er mundo e güeno. Ustedes mismos.

Florentino Flórez

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