Gil St. André. Hermanas de lágrimas
Kraehn- Vallée
Glénat. Barcelona, 2007.


 

 

 

 

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Batalla en Argelia

El verano no suele traer buenos tebeos, pero este 2007 esa regla se ha roto estrepitosamente. De hecho, se me acumulan los álbumes de los que me gustaría hablar, desde Los leones de Bagdad hasta el último Punisher. Esta semana elijo Gil St. André por varias razones.

Primero, hacía ya unos cuantos años que había perdido la fe en el mercado francés. Aparte de los clásicos muy activos, como Van Hamme o Jodorowsky, los intentos de renovación han sido en general catastróficos. Los de La Mazmorra lo intentaron pero me temo que han muerto de éxito. Más allá de los primeros volúmenes, frescos y con algunas ideas novedosas, se han empastado en la reiteración y la autocomplacencia. Parecido diagnóstico puede hacerse de Isaac el pirata y productos similares.

Pero cuando el panorama parecía desastroso, llega una serie de factura aparentemente tradicional y nos devuelve las ganas de leer historietas galas. A lo grande, además. Estaba tan alejado de ese mercado que he dejado pasar ocho tomos hasta percatarme de su existencia. Les pido disculpas y les aconsejo que corran a encargarlos todos. La cosa va de continuará así que será mejor que empiecen por el principio. Hasta ahora se han desarrollado dos ciclos, el primero hasta el tomo cinco y el segundo hasta el octavo, pero toda la historia transcurre linealmente y es preferible seguirla desde el inicio.

Los primeros volúmenes corren a cargo de Jean-Charles Kraehn, cuyo nombre está misteriosamente bien escrito en el interior y con una errata que se repite en las portadas de las ocho entregas. Luego cede los lápices a Vallée, que pasa a encargarse del dibujo. Gráficamente es muy convencional, no depara grandes sorpresas. A menos que consideremos que, tal y como van las cosas, hacerlo bien es en sí una novedad. Los autores se mantienen fieles a lo que cuentan y se esfuerzan porque las actuaciones de los personajes, la documentación siempre rigurosa y todos los elementos que agilizan una narración funcionen correctamente. Lo hacen fácil y el tebeo se lee como la seda, pero esa facilidad es muy complicada de conseguir. Cabe añadir que, como el guión, la calidad gráfica mejora poco a poco, hasta alcanzar cotas realmente notables en las últimas entregas.

El guión arranca con cierta parsimonia. El protagonista es un joven empresario al que secuestran a su atractiva mujer primero y a su hija después. A partir de ahí se verá envuelto en un conjunto de aventuras en las que contará con la ayuda de una policía de origen magrebí, que le llevarán, y con él al lector, de sorpresa en sorpresa. El primer ciclo concluye con un agridulce rescate, con hermana gemela incluida.

La segunda trama se inicia en los barrios periféricos de Lyon y luego salta a Argel. El guionista se toma su tiempo, los personajes se desarrollan con mimo y tranquilidad, se cuida que todos los datos resulten reales, no se evitan temas de actualidad, como los conflictos raciales, la trata de blancas o el integrismo islámico y, antes de darnos cuenta, estamos completamente enganchados.

No es sólo que la serie entronque con la tradición del comic realista iniciada por Hergé o Jijé y desarrollada con brillantez por Greg o Van Hamme, con sólidos escenarios y tramas realistas. Es que además consigue actualizar el género, dando un paso más en el tratamiento adulto de todo tipo de asuntos. Desde las relaciones entre la pareja protagonista hasta la creación de secundarios cargados de matices, como Djida, entre otros. Además del sexo y la violencia que señalan que el autor se dirige a un público maduro, nos encontramos con un narrador inteligente, que dosifica sus sorpresas y que tiene cosas que decir sobre algunos de los problemas que asolan a esta vieja Europa. Y no siempre son las opiniones habituales, algo que también es de agradecer. Es una de las grandes historietas del año. Corran a leerla, me lo agradecerán.

Florentino Flórez

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