Freak Out.
Las historietas de Gilbert Shelton
Palau Solleric.
Palma, 2008
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Yo estuve allí
así que probablemente no recuerde nada
Ese es el lema que Gilbert Shelton
incluye en una página donde nos explica su actual vida en la campiña
francesa. Allí el antiguo cronista del fenómeno hippie se
autorretrata como un hacendado que defiende su propiedad, armado con una
contundente escopeta. Al fondo, su mujer arregla un gigantesco seto. Es
una broma, una más en una vida dedicada al noble arte de hacer
reír. Les aseguro que su memoria es muy buena. Su asistencia a
la inauguración de la muestra que se le ha dedicado en Palma nos
sirve de excusa para hablar de uno de los padres fundadores del comic
underground: el comix.
En la carretera
Gilbert confesaba el impacto que sobre su generación tuvo el clásico
de Kerouac. Quizás es una de las razones que le
impulsaron a llevar una vida tan agitada. Natural de Texas, el empleo
de su padre hizo que su familia se trasladara de un lado a otro. Ya en
la Universidad, continuó desplazándose y pronto lo encontramos
en Nueva York, donde consigue su primer empleo en una revista de coches.
Esa pasión no le abandona y aparece en su serie sobre consejos
automovilísticos, sus serigrafías y, por supuesto, en las
aventuras de sus personajes, de los Freak Brothers a los Not
Quite Dead.
Esa primera ocupación no le dura mucho y vuelve a la universidad.
Será en una revista universitaria donde nacerá su primer
héroe popular: Superserdo, parodia salvaje de los superhéroes
y la policía, con un Shelton todavía muy crudo de dibujo.
Su personaje le llevará de una publicación a otra y le servirá
para darse a conocer, practicar y pulir su estilo. Continúa desplazándose,
primero a California, luego de vuelta a Nueva York y a Texas. Por el camino
se pone a dibujar carteles psicodélicos, como los que había
visto en su paso por el oeste. Finalmente vuelve a California a principios
de los setenta y allí se queda.
Con unos colegas y la intención de imprimir carteles para conciertos
funda Rip Off Press. Pronto comprueban que los comics daban más
pasta que los posters. Sobre todo aquellos protagonizados por las creaciones
de Crumb y por sus propios personajes, los Freak Brothers, tres sujetos
sin oficio conocido que sobreviven como pueden. Tendemos a interpretarlos
como una crónica del movimiento hippie, pero su autor insiste en
que cuando el llegó a San Francisco los hippies ya se habían
ido y que tan sólo dibuja algo muy tradicional: chistes de borrachos.
Eso sí, añadiendo a las botellas toda clase de estupefacientes.
La serie funciona tan bien que busca colaboradores que le permitan atender
la creciente demanda. Destacan Sheridan primero y Mavrides
más tarde. Shelton afirma que no había una división
clara del trabajo, no tenían reglas. “Sólo buscaba
trabajar con dibujantes mejores que yo. Fumábamos mucha marihuana
y trabajábamos muchas horas seguidas”.
Es a principios de los setenta cuando se inventa al gato de Fat Freddy,
un personaje que podría recordar al de su amigo Crumb.
“Mi gato está inspirado en Cicero’s Cat, un
tebeo muy antiguo, con un gato de rasgos humanos. Crumb decía que
el modelo para Fritz fue el gato de su familia. El Gato de Fat Freddy
apareció primero, en Los Angeles Free Press, en 1970. Era para
completar el formato de la página del periódico”.
Pronto los Freaks popularizan
expresiones como “es más fácil vivir con drogas y
sin dinero, que con dinero y sin drogas”. Shelton todavía
sonríe cuando se la recuerdan. “Es verdad. Pero no es mía,
la oí en la calle”.
Toca de vez en cuando y su pasión por la música le ha llevado
a crear un nuevo grupo, los Not Quite Dead. “Sí, yo prefiero
la música de los 50, la de mi juventud: Be-Bop, jazz y rock&roll.
La escucho mientras trabajo. Crumb dice que no, que hay que escuchar con
las dos orejas. A él no le gusta nada de después del año
36”. Cuando comparamos sus músicos con los Freak, echamos
en falta la marcada personalidad que caracteriza a estos últimos.
Sus músicos fracasados no se distinguen tan claramente. “Es
difícil porque son seis. Pero no son muy diferentes de los Freak
Brothers. Es un tebeo humorístico, cambia el tema: es la música
rock, no hay marihuana”.
A sus casi setenta años el maestro sigue en plena forma, a punto
de terminar un álbum y otros proyectos en mente. Mantiene además
ese buen humor que se filtra a través de toda su obra y que transmite
en la distancia corta. Le preguntamos por su buen carácter, que
contrasta con el mal rollo de algunos de sus colegas. “No sé
porqué, pero yo soy optimista. Crumb es justo
lo contrario. Como Chris Ware, muy depresivo”.
En realidad, gran parte de la segunda oleada underground se caracterizaba
por ese tono depresivo: Burns, Clowes y compañía.
“No sé. Yo creo que es la influencia de Robert Crumb. Me
gustan mucho sus dibujos, pero su influencia sobre los demás no
ha sido positiva. Cuando los otros hacen autobiografía no son tan
buenos. El estilo de Crumb es humorístico, pero no sus contenidos,
es muy negativo”.
Raíces perdidas
El afán viajero de Shelton le llevó a Barcelona a principios
de los ochenta, donde participó en la creación de el Víbora
y se codeó con los que entonces eran jóvenes promesas: Martí,
Max, Gallardo, Nazario y compañía. Finalmente,
se instaló en Paris, donde reside en la actualidad.
Cuando la revista The Comics Journal publicó el listado de los
100 mejores comics de la historia incluyó La vuelta al mundo de
los Freak Brothers. Shelton se ríe cuando le pedimos su opinión
al respecto. “Me cae bien Gary Groth, el editor
de TCJ, porque es muy peleón. Pero esa lista era una tontería.
Perdí la cuenta de los comics de los Hernández
que incluía”. Conviene aclarar que Groth edita el trabajo
de estos hermanos. La cuestión es, si Shelton no piensa que La
vuelta al mundo sea su mejor trabajo, entonces ¿cual? No duda en
señalar Grass roots (Raíces de Hierba).
Sin duda es una de sus obras maestras, una cómica descripción
de las fantasías y las decepciones de una generación. Shelton
muestra el sueño hippie en todo su esplendor, pero también
su cara más fea, el fracaso de la comuna, la imposibilidad de llevar
una vida más libre, el desastre de las utopías cuando intentan
volverse reales.
Lamentablemente no incluyó ninguna página de este trabajo
en su exposición y yo daba por supuesto que se debía a que
no deseaba mostrar planchas realizadas en colaboración con otros
autores, en este caso Sheridan. Pero la razón es un poco más
complicada. Hace ya tiempo que Shelton tiene otras fuentes de financiación,
además de la venta directa de sus tebeos. La más conocida
es la cesión de derechos para la adaptación cinematográfica
de sus historias. Ya lo ha hecho en innumerables ocasiones, obteniendo
pingües beneficios con ese negocio y sin que hasta el día
de hoy se haya hecho realidad ninguna de esos proyectos.
Pero también ha vendido parte de sus originales. Y eso es lo que
pasó con Grasss roots. El comprador no fue cualquiera, sino Kevin
Eastman, el co-creador de las Tortugas Ninja. Como sabrán,
se hizo multimillonario con sus extraños quelonios; su dinero le
permitió concederse ciertos caprichos, entre los que se cuenta
la adquisición de originales entre los colegas a los que admiraba.
Shelton era uno de ellos y le vendió Grass Roots completo,
suponemos que a buen precio. Las planchas fueron a parar al museo que
Eastman montó en Northampton, Massachusetts: The Words and Pictures
Museum of Fine Sequential Art. Cuando su fortuna cambió, se vio
obligado a subastar parte de sus piezas. Shelton supo que su historia
encontró un nuevo comprador a través de Sothebys y poco
más. Ignora quién es su actual propietario. Una pena, ya
que lo cuento entre los diez mejores tebeos del siglo XX. Repásenlo
y verán.
Y, por supuesto, no se pierdan su exposición en el Solleric. Si
ya admiraban al Shelton narrador, sin duda les permitirá descubrir
al excelente y expresivo dibujante que es. Tienen hasta noviembre.
Florentino Flórez
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