Thunderbolts: Penitencia.
Jenkins-Gulacy-Beredo
Panini Comics. Barcelona, 2008
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¡Disparen al guionista!
En las últimas semanas se han editado
varios tebeos que demuestran una vieja regla: el guionista manda. Quiero
decir que al final las bondades del dibujante son irrelevantes si la historia
no funciona. Citar a Paul Gulacy, Bryan Talbot o Richard
Corben supone pisar terrenos casi sagrados para los lectores
de tebeos. Al menos en mi caso, cuando leo sus nombres en las portadas
me lanzo a adquirir lo que sea, casi sin comprobar con quien colaboran.
Lo cual, naturalmente, es un error. Por mucho que un dibujante aporte
a un tebeo, y ahora hablamos de tres extraordinarios narradores gráficos,
si su guionista es un inútil al final acaba notándose.
Quizás el más afortunado en esta ocasión sea Corben.
No es que Harvey Pekar sea santo de mi devoción.
En general me parece un pelma, pero a veces su naturalismo quejumbroso
consigue dar en el clavo. Si además le acompaña un autor
en estado de gracia como es el caso del Corben actual, que ha recuperado
la fuerza de sus primeros años, pues los resultados son al menos
entretenidos. Las gafas de Halloween no es el único relato
curioso en el último American Splendor. La cosa no es
como para tirar cohetes, pero seguro que se llevan más de una sorpresa.
Peor lo lleva Talbot. Pone su talento al servicio de
Ed Brubaker, un guionista cuya mayor virtud consiste
en que siempre nos olvidamos de los tebeos que escribe. De Gotham
Central a La escena del crimen mi sensación siempre
es la misma: no son malos guiones, pero tampoco buenos. En ningún
momento consigue resultar memorable. En este tebeo de Los chicos detectives
parece que además Bryan Talbot se esfuerza por estar a su altura
y su dibujo resulta más plano de lo habitual. Se lo pueden ahorrar.
Parecida fortuna padece Gulacy con su partenaire Jenkins,
otro plumilla de currículum lamentable. Aprendimos a odiarle en
Hellblazer y luego le hemos visto meter mano a Hulk
y a otros personajes, sin aportar nada interesante. En realidad a Gulacy
sólo le ha ido bien con su compañero de toda la vida, su
casi hermano Doug Moench. Y además su lápiz
lleva ya tiempo dando muestras de cierto cansancio, lo que le lleva a
exagerar algunas de las manías que hasta ahora había mantenido
más o menos bajo control. Sobre todo canta en el tema de las proporciones
y sus personajes resultan cada vez más cabezones. Pero quien tuvo
retuvo y Gulacy es demasiado grande como para firmar un tebeo rematadamente
malo. El enorme narrador que es consigue siempre resultar al menos entretenido.
En esta historia de los Thunderbolts también, pero Jenkins
no se lo pone fácil, con un relato pretencioso y embarullado, perfectamente
prescindible. Juega a ser provocativo y cool, pero se queda en un quiero
y no puedo, como acostumbra. Sólo para fans de Gulacy.
Quienes, por cierto, coincidirán conmigo
en que la chica de la tele Pilar Rubio es clavadita a
la mujer estandar que dibuja el americano. Alguien tendría que
presentarlos.
Florentino Flórez
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