Wormwood
Garth Ennis y Jacen Burrows Glénat. Barcelona, 2008. © 2003 El Wendigo. Todos los derechos reservados
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blasfema que algo queda En las últimas semanas hemos asistido a una
avalancha de tebeos correctos. Llegó el tercer recopilatorio de
los Macanudos de Liniers, que sigue siendo recomendable.
Jaime Hernández firma La educación
de Hopey Glass y vuelve a demostrar que la limpieza de su excelente
dibujo es directamente proporcional a la confusión que reina en
sus guiones. Arranca la reedición de Dick Tracy con un
precioso volumen. El Batman Calor de Moench
y Heath quizá no nos muestre a estos dos creadores
en su mejor momento, pero seguro que los fans de Heath, entre quienes
me cuento, encontrarán razones para disfrutarlo. Shortcomings
nos permite recuperar a Tomine, uno de los creadores
alternativos más respetables. Pueden echarle un vistazo a Los
Exterminadores, una serie entretenida y con cierta frescura. Ordway
nos muestra su talento en La amenaza roja y Lee Weeks
consigue que la nueva entrega del Capitán Marvel (Invasión
secreta) parezca más de lo que es. Todos estos son tebeos
para pasar el rato, bien realizados pero no brillantes, si dejamos a Tracy
a un lado. Wormwood comienza con una pareja en la
cama. Ella rechaza a su novio, que se dirige a la cocina donde lo aguarda
un conejo parlante que le suelta: “¿Hoy te has quedado sin
coño, eh?”. Unas viñetas más abajo el chico
se presenta: “Me llamo Danny Wormwood y soy el anticristo”.
Luego descubrimos que la cosa va en serio. El protagonista es el hijo
de Satán y su nacimiento anuncia el fin del mundo. Pero, como casi
todos los hijos, pasa mucho de los planes de papá y sólo
quiere que lo dejen en paz. Uno de sus mejores amigos es Cristo, que ha
vuelto a la Tierra y se ha quedado lelo tras recibir una paliza de la
policía de Los Ángeles. De hecho, hay un momento en el tebeo en que aclara
su posición: respeta la figura de Cristo, alguien que viene a poner
paz en la Tierra, y desprecia al Padre del Antiguo Testamento, que consiente
todas las penalidades del hombre. Ennis no cree en servidumbres
y por tanto se rebela contra cualquier creador que intente moderarlo.
Es el indiscutible rey de la blasfemia. Pero no comete el error enunciado
por Chesterton: cuando la gente deja de creer en Dios,
empieza a creer en cualquier tontería. Florentino Flórez
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