Ulises Sébastien Ferran Sexto Piso. Madrid, 2007 © 2003 El Wendigo. Todos los derechos reservados
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una de ¿griegos? No puede decirse que la antigua Grecia haya generado grandes tebeos. En comparación, cuando se piensa en Roma inmediatamente recordamos personajes como El Jabato, cuya reedición comentaba hace pocas semanas, o adaptaciones de historias tan conocidas como Quo Vadis, Ben Hur o Los últimos días de Pompeya. Nerón, los mártires cristianos, Asterix y el Cesar, gladiadores... Son muchas las imágenes y viñetas que acuden a nuestra cabeza en relación con el imperio romano. Pero con Grecia hay que esforzarse. Lamentablemente, por proximidad resulta inevitable citar la funesta 300. Aunque podemos consolarnos con la versión de la gesta espartana escrita por Oesterheld y dibujada por Breccia en la serie Mort Cinder. Una obra más que estimable y que ya he recomendado con anterioridad. Tampoco está mal revisar Los Trabajos de Hércules que Calatayud publicó en la mítica revista Trinca. Teniendo en cuenta lo barroco que se volvió más tarde, es un trabajo que mantiene cierta gracia gráfica y que se lee con agrado. Más cosas: los acercamientos de Max a la mitología griega, que le permitieron abandonar su inicial fijación celta; en relatos cortos primero y en el volumen Órficas más tarde, ese trabajo extraño y mixto, donde nos ofrecía su particular versión del mito de Orfeo. Mito por el que también se interesaban los ingleses Gaiman y Talbot en un sólido capítulo de la serie Sandman. No quiero olvidar una cita clásica sobre las arpías que servía de base para un episodio espléndido de la tira de prensa de James Bond, recientemente reeditado. Hay que mencionar La edad de Bronce, la versión de Eric Shanower de la guerra de Troya. Un dibujo clásico y elegante conduce un relato que actualiza versiones anteriores, incorporando una documentación histórica realista y académicamente irreprochable. Tristemente, la tensión dramática es inexistente y el tebeo resulta un tostón insufrible. Ahora acaban de sacar otro tomo. Pero lo cierto es que ni los dioses ni los filósofos ni el mundo griego en general parecen haber despertado la imaginación de los creadores de historietas. La cosa no mejora mucho cuando nos centramos en la Odisea. A principios de los ochenta Martín Sauri y Pérez Navarro firmaron una deplorable versión, que se publicó por entregas en la revista Ilustración y Comix Internacional, entre los números 25 y 32. Textos plúmbeos y prescindibles acompañan un dibujo agarrotado, centrado en la copia de fotos con tíos y tías en pelotas. Lamentable. La versión más reciente, a cargo del francés Sébastien Ferran, comenzó a ser publicada en nuestro país el año pasado. El primer volumen se titulaba La maldición de Poseidón y el segundo El canto de las sirenas. No creo que haya sido un éxito de ventas, porque lo cierto es que su aspecto es muy amateur, con un dibujo mal acabado y un color que aporta el adecuado cutrelux de ordenador. Sin embargo, para ser justos debo añadir que el guión no es del todo malo. Y la narrativa consigue que casi nos olvidemos de las torpezas gráficas y entremos en la historia, alcanzando ciertas alturas épicas. Pero indudablemente el dibujo debería mejorar, al menos un poquito. En fin, yo prefiero acordarme del trabajo de Alan
Lee, más conocido como dibujante oficial de El Señor
de los anillos. Hace tiempo firmó una adaptación muy
ilustrada de La Odisea, con su calidad habitual. Resulta curioso
este hueco griego, cuando su mitología sin duda alimenta muchas
de las historias de superhéroes que tan populares son en la actualidad.
Cuando escuchamos a tantos autores de comics, sobre todo europeos e hispanoamericanos,
afirmar que no toleran esas tonterías de personajes que se ponen
los calzoncillos por fuera y salen volando por la ventana, convendría
recordarles que en los orígenes de su cultura, las historias estaban
llenas de tipos que, si te pasabas, podían fácilmente meterte
un rayo por el culo. Samuel L. dixit. Florentino Flórez
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