Primeras veces
Sibylline y varios dibujantes. La Cúpula. Barcelona, 2008. © 2003 El Wendigo. Todos los derechos reservados
|
Más
fuerte La oferta de pornografía ha crecido a un ritmo saludable en los últimos años, así que es difícil que nada nos sorprenda. En ella suelen brillar por su ausencia los argumentos inteligentes y el dibujo de calidad. En realidad, no son necesarios. Se trata de poner y, por tanto, las ambiciones estéticas están de más. Sin embargo, de vez en cuando el género se permite ciertas veleidades artísticas y aparecen cositas como ésta. En una jerarquía de objetivos, el primero se cumple. Esto es, el librito pone. Aquí van gustos y a unos les complacerán más algunas historias que otras. No se preocupen, no desvelaré mis preferencias. Aún recuerdo cuando se me ocurrió cuestionar un tebeo de König, argumentando que no me creía la escena en que un honrado padre de familia se convertía en gay, después de que le mearan en la cara. Un prestigioso escritor insular me lo recriminó más tarde: “Será que lo has probado poco”. Sin duda. Más allá de esa primera función “ponente” (¿o “poniente”?), los autores realizan verdaderos esfuerzos para aportar una calidad extra al trabajo. Por un lado, en cuanto al dibujo. La variedad asegura también alcanzar diferentes sensibilidades. El tomo arranca con un dibujante de trazo más modernillo y se cierra con McKean, que aporta su barroquismo digital. Por cierto, el suyo es sin duda el peor episodio de todos ¿Porqué será que no me sorprende? Por el camino hay variantes casi mangas, realistas, cartoon, a lo Blutch y hasta con cierto aire infantil, como en 1+1. Me quedo con Fantasía, con unas ilustraciones bonitas, limpias y gráficamente eficaces. Pero la calidad media es muy alta. En lo temático resulta complejo conseguir
variaciones. Más cuando al final el guión se ve obligado
a mostrar a los protas haciéndolo. Así que deben realizarse
juegos de magia para que no se noten las combinaciones. Se añade
una tercera persona, se invierten los papeles en la pareja, se multiplican
los disfraces que permiten que lo cotidiano adquiera el sabor de la primera
vez, se pasa de aquí a allí y de esto a aquello, que entre
por tal lado y salga por tal otro... Florentino Flórez
|