El Cubri. Tal como éramos Edicions de Ponent y Diputación de Sevilla. Sevilla, 2008. © 2003 El Wendigo. Todos los derechos reservados
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La memoria histérica Nos llega ahora un catálogo que agrupa parte de la extensa producción del colectivo el Cubri. Desde que quedaran finalistas en el Salón del Comic de Gijón, allá por el 73, los chicos del Cubri siempre han sabido cómo hacerse notar. Primero su historieta de presentación fue publicada en el nº 11 de Bang!, acompañada de un artículo donde los autores posaban con una adecuada cara de intelectuales serios y responsables. Firmaron la portada del número siguiente y Felipe Hernández Cava, guionista del grupo y con el tiempo el más conocido de sus miembros, replicaba a algunos de los argumentos del director de la mitificada revista, Antonio Martín. Ahora el destino ha vuelto a unirles, ya que Hernández Cava firma la autobiografía del grupo y Martín se encarga de la versión oficial, en este recopilatorio publicado por La diputación de Sevilla, con motivo de una exposición que les dedicaron. Recuerdo su llegada al mundo del comic como impactante. Cuando apareció su álbum El que parte y reparte se queda con la mejor parte, algunas de cuyas historietas se recogen en este catálogo, supuso un auténtico shock. Tebeos muy políticos, con un dibujo de base fotográfica, similar al que practicaban los del Equipo Crónica o Enric Sió, puesto al servicio de relatos que eran más bien informes, documentales gráficos con un montaje sorprendente en aquellos momentos. Tanto los temas como las formas resultaban novedosos y todos quedamos a la espera de nuevas obras del grupo. Cuando apareció Trocha, una publicación colectiva que duró más bien poco, muchas de las historietas que contenía venían firmadas por Hernández Cava, que mantenía su línea de relatos cotidianos o dossiers muy marcados ideológicamente, como el de Casas Viejas que se incluye en le catálogo y que se cierra con la efigie de Lenin, pregonando contra la República y el modelo de estado burgués. Si en Trocha las ambiciones creativas del Cubri parecieron estancarse, despegarían con sus siguientes trabajos, un conjunto de obras que retomaban los clásicos clichés de serie negra, actualizándolos con fortuna. Tanto en sus relatos cortos, agrupados en el volumen sombras, como en las aventuras largas del detective Peter Parovic, la calidad es alta y siempre me ha llamado la atención que su creador se refiera a ellos como trabajos comerciales, menospreciándolos. Luego Hernández Cava desarrolló otros proyectos con creadores como Raul o Federico el Barrio. Con este último firma algunos de sus mejores álbumes. El catálogo nos permite asomarnos a algunas obras del colectivo que desconocíamos. Especialmente su labor como diseñadores gráficos, realmente notable. Y sus chistes, que les aproximan al universo del Roto. Lo cierto es que en el plano formal El Cubri se mantiene muy fresco, sus imágenes semifotográficas continúan golpeándonos con su fuerza gráfica. En lo temático ya es otra cosa. La única forma de entrar a día de hoy en sus historietas es tomándoselas a cachondeo. Como esa en que los personajes de la velazquiana fragua de Vulcano se ponen a reflexionar sobre el desarrollo tecnológico de la sociedad actual. Se publicó en una revista del Colegio de aparejadores y en ella se nos explica que la evolución de las técnicas nos va a llevar a una utopía socialista. Que le pregunten a Bill Gates. O aquella otra en la que descubrimos que la culpa de que los regímenes comunistas se conviertan en dictaduras la tiene ¡el capitalismo! Hernández Cava confiesa que se arrepiente de bien poco, excepto ciertos resabios maoístas que se le pasaron con la edad. Al parecer mantiene su fe en la revolución pendiente. Ya puede hacerlo, pues prácticamente ha vivido como un funcionario al servicio de las causas perdidas. Yo creo que ha desempeñado un papel necesario, pero eso no justifica todos los guiones que escribió. Ni mucho menos. Florentino Flórez
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