Fantomas contra los vampiros multinacionales
Julio Cortazar
Ediciones Destino. Barcelona, 2002.

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El © de las viñetas pertenece a sus respectivos autores y/o editoriales.

Fantomas y otros fantasmas

Fantomas contra los vampiros multinacionales no invita a descubrir otras obras de Cortazar. De entrada, calificarlo como novela gráfica resulta exagerado. Circula por la red una versión en la que cambian los dibujos y apenas se nota. En la edición de destino Xavier Teixidó se encarga de las ilustraciones, pero ni se molestan en ponerlo en portada. Este pequeño disparate parece ser que se originó cuando el guionista de un tebeo mexicano de Fantomas decidió incluir a Cortazar como personaje. El novelista se tomó la revancha perpetrando este panfleto en el que introdujo de forma aleatoria algunas viñetas.

Primero, un inciso sobre Fantomas. Este personaje fascinante ha tenido una larga y extraña vida en diferentes medios siempre populares. Nace a principios del XX en el ámbito del folletín. Pasa pronto al cine, y seguro que muchos de ustedes recordarán, no las primeras adaptaciones de Louis Feuillade, sino aquellas de los sesenta en que Louis de Funes intentaba atrapar al misterioso criminal de verdes facciones. Y es que el primer Fantomas no era un héroe preocupado por la justicia, sino todo lo contrario, un criminal empeñado únicamente en su propio provecho. Esa peculiar inversión del orden establecido le granjeó pronto la admiración de los surrealistas. Creadores como Magritte, Cendrars o Apollinaire se declararon entusiastas seguidores de sus aventuras.

Se realizaron historietas sobre el personaje en Francia, aunque las que aquí nos llegaron son posteriores, las producidas por Novaro en México. Allí se le presenta como un ladrón de guante blanco, manteniendo su carácter de antihéroe al margen de la ley: Fantomas, la amenaza elegante. Su característica máscara facial enlazaba con una larga tradición de luchadores enmascarados. En esas aventuras aparecieron no sólo Cortazar, sino también otros intelectuales como Borges o Sartre.

La cuestión es que en el momento en que Cortazar publica su obra (1975) los tebeos estaban más o menos de moda. Un conjunto de intelectuales europeos, entre quienes podemos citar a Resnais, Eco o Fellini, decidieron que lo de las viñetas molaba. El movimiento pop provocó una reivindicación de determinadas manifestaciones populares, entre las que se encontraban las historietas. No se preocupen, fue una tendencia breve que pronto se disipó, así que nuestros sabios volvieron rápidamente a tratar asuntos serios, que es lo que realmente les gusta. Este libro debe inscribirse en esa tendencia. Cortazar emplea dibujos y un collage de imágenes, con la misma frialdad y desinterés con que podía haber recurrido a la fotonovela. Cosas de la moda.

Más allá de la presencia anecdótica de dibujitos, que pese a su escasez permiten la narcisista aparición del autor, la obra es como un tebeo de La Liga de la Justicia, pero con más texto y aburrido. Julito se pone en contacto con sus colegas superintelectuales: la Susan (Sontag), el Octavio (Paz), el Alberto (Moravia) o el Norman (Mailer), entre otros. Juntos ayudan a Fantomas a resolver un misterio de escala planetaria, la desaparición de los libros de todas las bibliotecas del mundo y los atentados que progresivamente van sufriendo Cortazar y sus camaradas. Todo acaba como el rosario de la aurora, con los protagonistas clamando contra las multinacionales y otros poderes ocultos y suspirando por la aparición de nuevos líderes. Como es habitual, lo más divertido lo encontramos en las frases publicitarias de la contraportada, donde se nos dice del libro que “(...) ayuda a comprender la evolución del capitalismo desde los años setenta hasta el proceso de globalización actual”. Ya espero una continuación, con Chomsky y Saramago de estrellas invitadas.

En fin, un trabajo autocomplaciente y desmañado, sólo apto para fans de Cortazar.

Florentino Flórez

 

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