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Retorno a Angoulême Después de leer las primeras noticias sobre la desafortunada aventura del Salón del Manga de Palma, considero adecuado comentar cómo funcionan las cosas por otros lares. A finales de enero se celebraba en Angoulême el que es unánimemente considerado como más importante Salón del Comic de Europa. Lo primero que deben saber es que no resulta fácil llegar. La pequeña villa de Angoulême está prácticamente en el centro de Francia. Si vuelan hasta París, luego les esperan varias horas en el TGV. Si cogen un coche desde Bilbao, prepárense para casi un día entero de viaje, pasando por las aburridísimas Landas. Por supuesto, se tarda algo más desde Barcelona. Los autores invitados aterrizan en Burdeos, pero aún así todavía les queda al menos otra hora de coche hasta la ciudad. Eso si tienen la suerte de que nos le pille una de las nevadas habituales en la zona. En fin, el viaje es complicado y pueden contar con que prácticamente perderán dos días entre ir y venir. Las dificultades no concluyen al llegar allí, ya que tampoco es fácil encontrar alojamiento. Debe reservarse con mucha antelación y las mejores plazas ya han sido ocupadas por las editoriales. La opción más asequible es el albergue de juventud situado en la parte baja de la ciudad, junto al río, si nos les asustan los colchones con lamparones. Si son un poco mirados y pueden permitírselo, hay diferentes y encantadores hotelitos en los pueblos de las cercanías, aunque eso ya obliga a contar con coche. Si se superan estos obstáculos, el resto es pura diversión. No es que el Salón ofrezca cosas muy diferentes a las que podemos encontrar en otros encuentros similares. Pero es difícil imaginar un espacio más agradable y completamente entregado a la fiesta de las viñetas como éste. Más allá de las carpas que albergan editoriales, puestos de venta de originales, tebeos nuevos y antiguos, merchandising de todo tipo y autores dedicando su obra a los asistentes, lo agradable de Angoulême es pasear por sus calles, contemplar sus escaparates con motivos dedicados al medio y disfrutar con un ambiente excelente en el que padres e hijos se unen en una gran fiesta cultural. Este año llamaba la atención la exposición dedicada a Dupuy y Barberian, aunque la manía de mantener los originales en una semipenumbra empieza a resultar irritante; también la de Margerin y, muy especialmente, las de los japoneses Shigeru Mizuki y Hiroshi Hirata, con quien por cierto tuvimos la agradable sorpresa de coincidir, mientras le realizaban una entrevista para la televisión francesa. Y es que no sólo el público está entregado esos días al arte de los tebeos, también los medios. El caso más llamativo es el de Liberation, periódico que publica un número ilustrado completamente con viñetas. El salón es siempre una buena ocasión para reencontrarse con viejos conocidos, como los ingleses Bryan Talbot, que nos mostró las pruebas de su última novela gráfica, una serie negra con animalitos, y Posy Simmonds, tan encantadora como siempre y que andaba ocupada presentando Tamara Drewe, obra que esperamos ver pronto traducida por aquí. También Moebius se paseaba por allí, probando el último modelo de tableta gráfica. Y tantos otros. Mención especial para los numerosos
grupos de dibujantes españoles que buscan su oportunidad en Angoulême.
Y es que el Salón no descuida su faceta comercial y se realizan
algunos acuerdos laborales en esos días. También hay una
buena ración de desengaños y rechazos. Pero eso forma parte
de la dura dieta del artista. Florentino Flórez
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