Burbujas
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Como pez fuera del agua La última entrega de Daniel Torres me ha dejado desconcertado. Lo considero uno de los autores españoles más respetables, a pesar de no ser un fan de su galáctica saga de Rocco Vargas. Pero es que Torres tiene un algo que aporta dignidad a todo lo que hace. Yo lo llamaría profesionalidad. Nos interesen o no sus argumentos, nos guste más o menos su dibujo, su calidad media siempre se mantiene. En ocasiones, como le ocurrió con El Octavo Día, puede alcanzar verdaderas cumbres creativas. Cuento aquellos juegos narrativas entre lo mejor que ha producido el comic español en los últimos veinte años. Respecto a Rocco Vargas, quizás la historia se enmarañe en ocasiones, pero sorprende su ambición y las dimensiones de la aventura imaginada por Torres. Y su dibujo evoluciona siempre a mejor. Tras estos trabajos Torres espació sus
contribuciones al medio para dedicarse a sus otras pasiones. Por un
lado la ilustración, donde desarrolló una brillante carrera
internacional, pero también los cuentos infantiles donde destaca
Tom, un dinosaurio perdido en la gran ciudad que acabó
convertido en dibujo animado. Se mantiene en movimiento y no nos ofrece
tantas historietas como nos gustaría. Así que esta novela gráfica que ahora presenta era realmente un misterio. Muchas páginas, blanco y negro, un tema existencial... ¿Por dónde saldrá Torres? He terminado de leerlo y todavía no tengo una respuesta. El argumento es sorprendente en el conjunto de su obra: la crisis de un señor de mediana edad. Ya saben, mi mujer no me quiere, mis hijos son dos extraños, odio mi trabajo, no he alcanzado mis sueños y me desprecio. Asistimos al recorrido del protagonista, que intenta curar sus heridas psíquicas y dar un nuevo sentido a su vida. Lo cierto es que el dibujo parece algo más simple que el habitual en Torres. Pero como es buen narrador y el tebeo se lee sin problemas, no le damos mayor importancia. Nos tropezamos con diálogos rimbombantes que ponen el relato constantemente al borde de lo tolerable. Pero como es muy listo, rápidamente los compensa con hallazgos irónicos que neutralizan lo pretencioso de ciertas afirmaciones. Aparecen John Wayne y Robert Mitchum y se cita El Dorado y Centauros del desierto. Así que ya supondrán que maneja ciertas claves que deberían seducirme. Pero ni por esas. Algunas secuencias rozan la sensiblería y otras directamente el ridículo, como casi siempre que aparece la esposa, que parece la pesadilla de un misógino. No niego que ciertos pasajes son ingeniosos pero, en general, se lee el volumen con la sensación de que se emplean demasiadas páginas para contar muy poco. Todo el crédito que Torres nos merece
se va agotando y finalmente quedan pocas dudas de que en esta ocasión
no ha estado muy fino. A veces consigue recordarnos al autor a quien
hemos admirado tanto. Pero en general no, más bien sorprende
la torpeza de una narración que parece no ir a ninguna parte.
Les invito a leerlo porque que en este caso les aseguro que me gustaría
equivocarme. Florentino Flórez
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