Viñetas
El pasado enero se inauguraba en la sala del Ayuntamiento de Palma,
Ses Voltes, la muestra dedicada al ilustrador, diseñador gráfico
e historietista ocasional Isidro
Ferrer. Una oportunidad única para disfrutar con
el talento de un creador singular, poético y siempre original
en sus propuestas. Isidro consigue que objetos a los que no prestamos
atención aparezcan como nuevos gracias a la magia de su mirada
y a su talento como constructor y dibujante.
La expo se acompaña de un catálogo que, al igual que los
anteriores dedicados a Georges Bess y Rubén
Pellejero, puede adquirise llamando al teléfono:
971721481
Precios muy módicos.
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Marea Gráfica
En las últimas semanas han coincidido en
Palma varias exposiciones que, de manera bastante curiosa, permiten observar
la evolución del arte gráfico en el pasado siglo. Al menos,
algunos aspectos de su desarrollo.
Empezamos nuestro paseo en Sa Nostra, con su muestra dedicada al ibicenco
Picarol, un dibujante de la edad de piedra de las revistas
ilustradas. Su interés es principalmente arqueológico, pero
presenta algunas ilustraciones nada desdeñables. Aunque adolece
de cierta tendencia a ensuciar sus imágenes con rayados excesivos,
sus dibujos más sencillos son impecablemente modernos. Una afortunada
recuperación.
Seguimos por el Solleric, donde se nos ofrece una impresionante muestra
de carteles en la que se destaca la participación de conocidos
pintores. Salvo sonadas excepciones, como Lautrec o Warhol,
no son los artistas con mayúsculas los que reclaman nuestra atención,
sino el catálogo de conocidos diseñadores que allí
se exhiben, de Renau a Bass, pasando
por Glaser, Rand o Cassandre. Un impresionante recorrido
en el que sólo cabe lamentar que algunos de los nombres estén
representados por carteles no especialmente afortunados. Y, para los aficionados
al tebeo, que la obra de Caniff que aparece en el catálogo
no haya sido expuesta. Con todo, una oportunidad excepcional, una muestra
del más alto nivel.
Nuestro viaje nos lleva ahora al Baluard, donde puede contemplarse la
exposición dedicada al mago, poeta visual, hombre de teatro, diseñador
y unas cuantas cosas más de difícil clasificación,
Joan Brossa. Sin duda, uno de los tipos que más
ha influido en las nuevas generaciones de diseñadores gráficos
y autores interesados por lo visual. La primera observación es
que su trabajo es tan conceptual que apenas necesita de una exposición.
La diferencia entre contemplar sus piezas realizadas en tres dimensiones
y verlas en un catálogo es mínima. La obra de Brossa parece
en general estar pensada para la reproducción, para ser leída,
más que vista. Ni su materia ni su formato tienen mayor relevancia,
entiendo yo, así que poco es lo que aporta su contemplación
en directo, si antes se conocía a través de alguno de sus
innumerables libros. En todo caso, siempre es agradable reencontrarse
con él.
Cierro este trayecto en SesVoltes, con uno de los alumnos más talentosos
del catalán, el madrileño Isidro Ferrer.
Otro hombre de teatro, pero también dibujante de historietas que
nadie entiende, ilustrador, diseñador y tipo simpático donde
los haya. Casi todo lo que tenía que decir sobre él ya lo
he dejado escrito en el muy económico catálogo que acompaña
su maravillosa exposición, así que no les aburriré.
Prefiero recordar aquí una de las innumerables anécdotas
que nos contó durante su estancia en Palma. Isidro es un gran payaso,
dicho sea esto con todo el respeto que me merecen estos profesionales.
Hablando de su juventud nos contaba sus veranos trabajando en la recogida
de frutas en la Zaragoza profunda. Allá estaba él, encaramado
a un árbol, padeciendo bajo un sol de justicia. El primer día,
su sed fue calmada por una bota de vino que el patrón tuvo a bien
arrojarle. Pero la mezcla de sol y vino fue tan perniciosa que al segundo
día reclamó agua. La respuesta del buen señor, imitado
por Isidro adelantando su labio inferior y forzando el acento maño,
fue: pues amórrate a la acequia, chaval. Isidro así lo hizo
y sus tripas estuvieron sueltas varios días. Sus aventuras entre
los supermaños concluyeron con un desafío entre labriegos,
a ver quien recogía más fruta en un solo día. Cuando
su cuadrilla perdió, la reacción del capataz fue inmediata:
que no os vuelva a ver por aquí, pandilla de maricones.
Si todavía no han disfrutado de estas exposiciones, apresúrense
que ya se acaban.
Florentino Flórez
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