El
lunes 3 de enero de 2005 moría Will Eisner, uno de los autores
de cómic más importantes y queridos. Había nacido
el 6 de marzo de 1917 en Brooklyn. Su obra, pero también su personalidad
y opiniones, han saltado todo tipo de fronteras y culturas, cautivando
a millones de lectores durante varias generaciones. Todavía hoy
mantiene una presencia muy activa en las librerías, donde sus trabajos
continúan publicándose y reeditándose sin interrupción.
Pulsa aquí
para ver el dibujo-homenaje que el maestro dedicó al Salón
de Gijón.
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La pasión de Eisner
Resulta sencillo seguir su trayectoria vital, ya
que él mismo la describió en algunos de sus comics, marcadamente
autobiográficos. En Viaje al corazón de la tormenta
nos contó sus orígenes familiares. Su padre, un judío
austriaco, pintor de decorados, emigró a los U.S.A. buscando aires
más tranquilos que los de la vieja y antisemita Europa. El joven
Will se crió en las calles de Nueva York, que siempre llevó
en su corazón. Ya jubilado en Miami, volvía a ellas cada
vez que tenía oportunidad. Necesitaba, según decía,
sentir el latir de la ciudad.
De sus andanzas juveniles tuvimos noticia también en Contrato con
Dios. Estudió en la De Witt Clinton High School y pronto se dispuso
a ganarse la vida como dibujante, como explica en El soñador.
Publicó su primer trabajo en 1936, en WOW What a Magazine!
Cuando la revista cerró se asoció con su amigo Jerry
Iger, creando el estudio Eisner-Iger. En aquel momento la industria
del comic tal y como la conocemos en la actualidad estaba naciendo. Las
novelas pulp perdían lectores y algunos editores observaron que
las recopilaciones de tiras de prensa obtenían buenas ventas. Decidieron
publicar revistas con material de nueva creación. Aparecían
así los comic-books.
El estudio de Iger y Eisner era casi como una factoría y el grupo
de autores clave que pasaron por allí es impresionante. Destacan
el creador de Batman, Bob Kane, el padre de la mayor
parte de los personajes Marvel, Jack Kirby, Lou Fine
y tantos otros. Aunque también cabe señalar que rechazó
la colaboración de dos jóvenes que le ofrecían un
nuevo personaje: Superman. De ese periodo se ha reeditado recientemente
Águila azul, una muestra del incipiente talento del joven
Will.
Esa etapa culmina en 1939 cuando se une a Quality Comics Group para producir
un suplemento para los periódicos de 16 páginas. Había
nacido The Spirit. Como él comentaba, su intención
era dibujar una serie negra de carácter realista pero, dado que
ya entonces los superhéroes eran el género de moda, le obligaron
a disfrazar a su protagonista. Eisner le puso un antifaz y unos guantes
y una de las creaciones más populares de la historia del cómic
se puso en marcha. Spirit ha sido fuente de inspiración de innumerables
lectores y creadores durante los últimos sesenta años. Y
su potencial sin duda se mantendrá durante mucho más tiempo.
En 1942 tuvo que interrumpir su trabajo en la serie cuando fue alistado
en la armada. Al concluir la guerra pudo volver a hacerse cargo de su
creación. Sus ayudantes fueron muchos y muy conocidos, de
Feiffer a Wood, pasando por Kubert,
Cole o Grandenetti. Mantuvo su contribución
semanal hasta 1952.
Mientras, desarrollaba otros proyectos y personajes, como John Law,
y fundó la American Visuals Corporation, una compañía
dedicada a la creación de comics y dibujos con fines publicitarios
y educativos. Entre sus clientes se incluyen RCA Records, Oil Filter,
Baltimore Colts o New York Telephone. Este nuevo enfoque de su carrera
lo mantuvo ocupado hasta los setenta.
Es entonces cuando el viejo maestro se siente impactado por los aires
de cambio que agitaban al medio. Especialmente la obra de autores underground
como Crumb o Shelton le convence de
que las historietas aún no han desplegado todas sus posibilidades,
que quedan muchas vías por explorar. En 1978 publica Contrato
con Dios, la obra que nombra todo un nuevo formato, la novela gráfica.
A partir de ahí, seguirá trabajando sin descanso en un sorprendente
conjunto de admirables obras, entre las que destacan La avenida Dropsie
y Las reglas del juego, y que incluyen títulos tan sobresalientes
como Vida en otro planeta, El soñador, Pequeños milagros,
Afán de vida o El edificio.
Además, su experiencia como profesor en la afamada Escuela de artes
visuales de Nueva York le animó a recoger sus conocimientos en
dos libros que inmediatamente se convirtieron en clásicos: El
comic y el arte secuencial y La narración gráfica.
En 1988 se crearon unos premios que llevan su nombre: los Eisner. En nuestro
país, aunque reconocido y querido, nunca fue premiado en el Salón
de Barcelona, pero sí recibió seis Premios Haxtur en el
Salón Internacional del Cómic del Principado de Asturias,
en Gijón, donde además tuvimos el placer de contar con él
como invitado.
Fue aquella una visita memorable. En general los autores americanos destacan
por su amabilidad y afecto, pero Eisner los superó a todos. A los
pocos minutos trataba a todo el mundo con sorprendente cercanía,
transmitiendo una energía envidiable en un señor que entonces
ya rondaba los setenta años. Según nos confiaba su encantadora
mujer, trabajaba en su estudio a todas horas, dedicándole a ella
los fines de semana. Pero si Ann tenía reunión con sus amigas
o algún recado que hacer, Will la despedía amablemente...
para correr de vuelta a su estudio.
Y es que esa era una de sus características. Era el típico
hijo de emigrantes, alguien que deseaba aprovechar la oportunidad que
sus padres le habían brindado tras múltiples penalidades.
Un trabajador nato que persiguió sus sueños y peleó
por conseguirlos. Cuando nos despedimos en el aeropuerto, comentamos con
él las eternas dificultades financieras que atravesaba el Salón.
Nos brindó diferentes ideas que nosotros rechazábamos pues
ya lo habíamos intentado casi todo. En ese momento, fingiendo irritarse,
se puso en pie, alzando la voz: tenéis que dejar de pensar así,
tenéis que pensar en positivo, tenéis que pensar como un
americano, tenéis que pensar ¡yo puedo hacerlo!. Su risa
era contagiosa.
Se ha insistido mucho en la comparación entre Orson Welles
y Eisner. Y sus necrológicas no han hecho sino
recordarnos que Spirit es el Ciudadano Kane del cómic.
Pero creo que eso no es del todo cierto. Sí acepto que parte de
las herramientas del lenguaje que encontramos en Kane aparecen en Spirit,
pero también que ambas tienen un antecedente común, que
a Eisner no le costaba reconocer: Fritz Lang y por extensión
el expresionismo alemán. Se trataba de serie negra y no es casual
que, mientras realizaba Spirit, contemplara todo el cine que podía,
incorporando los trucos que parecían funcionar. En ese sentido,
Spirit muestra un repertorio completo, una amplia paleta de efectos: angulaciones
sorprendentes, onomatopeyas expresivas, puntos de vista inusuales, dramática
iluminación y lo que se les ocurra, servido con el siempre plástico
dibujo de Eisner, esa tercera vía entre lo serio y lo humorístico.
Pero además Spirit cuenta con guiones increíbles, en los
que la elipsis y la concisión narrativa juegan un importante papel.
Autores como Gaiman nos recuerdan que contar los relatos
que Eisner desarrollaba en tan solo siete planchas no es algo sencillo.
Deben sumar a eso el carácter de las historias, más realista
de lo acostumbrado, con una increíble galería de personajes
que pasaban de los políticos más corruptos a las criaturas
más desgraciadas de los bajos fondos. En ese sentido, la preocupación
formal en Eisner es más un interés juvenil que otra cosa.
En su obra de madurez enfoca sus verdaderos propósitos: narraciones
adultas que puedan interesar a todos, de la manera más desnuda
y directa posible. Evidentemente, esa aparente sencillez esconde formas
del lenguaje menos visibles pero mucho más complejas que las de
su primera etapa.
Lo que vemos en el conjunto de su trabajo, algo que ya estaba en Spirit
pero que desarrollará con mayor profundidad en sus novelas gráficas,
es un campo de intereses que lo alejan de lo puramente formal o estético
y lo aproximan a los mundos mucho más complejos de creadores como
Ford o Capra. Con el primero comparte
el interés por los seres humanos, tomados como individuos, con
sus flaquezas y sus virtudes. Eisner no es un ingeniero social, no ofrece
grandes soluciones, pero siente y comprende a la gente y pocos como él
han sabido crear personajes tan verdaderos.
Con el segundo el espíritu peleón, que no evita la crítica
a los errores de nuestra sociedad, pero que tampoco se deja vencer por
ellos. El discurso de Eisner es naturalmente optimista, busca siempre
razones para vivir, para seguir tirando, sin importar las dificultades.
Con Spirit desaparecen los grandes héroes en su obra, pero enseguida
se puebla de pequeños héroes, de luchadores, de gente dispuesta
siempre a enfrentarse a la adversidad.
Su mirada era en esencia la de un hombre bueno, compasivo, alguien que
se preocupaba por quienes le rodeaban. Que era muy consciente de lo poco
que podía hacer para cambiarlo, pero que al menos lo intentó
con las herramientas que tenía a su alcance, los comics. Por eso
insistió en aquello que le preocupaba, desde su experiencia neoyorkina:
los conflictos entre gente de diferentes culturas, el racismo, la corrupción
política y moral. Pero sus vivencias le indicaban más cosas,
que también supo contar. Que la gente podía luchar, adaptarse
y mejorar, que la belleza a veces anidaba en lugares insospechados, que
podíamos superar nuestros prejuicios y crecer.
Hizo mucho por el medio que era su pasión. En su libro de entrevistas
con otros autores notamos su convicción, apenas compartida por
sus colegas. Que el comic era un arte, una forma de expresión que
podía madurar y desplegar todas sus posibilidades. Muchos se rieron
de él. Pero ahí quedan sus obras para demostrar que, finalmente,
tenía razón.
Después de toda una vida de trabajo infatigable ha llegado tu momento
de descansar en paz, querido Will. Gracias por todo.
Florentino Flórez
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