Viñetas
Finalmente, la parte de las risas, los premios del Salón. Por un lado este año se ha hecho finalmente justicia entregándole a Carlos Giménez el premio homenaje a toda una vida en la profesión. También se reeditó otro de sus trabajos fundamentales, Sabor a menta, imprescindible. Por el otro el gran ganador ha sido Prado, que se llevó el Mejor Guión y Mejor Obra por un álbum decididamente mediocre y que ya había tenido ocasión de despachar aquí, La mansión de los Pampín. Supongo que es la contribución del tripartito a la campaña gallega porque si realmente les parece un buen tebeo, apaga y vámonos. Ya es la tercera vez que Prado se lleva este galardón, no sé si hay que felicitarle por ello. El resto era más o menos previsible, con Chris Ware como inevitable ganador extranjero y Mister K, la entrega para críos de El Jueves, ganando la categoría de mejor revista.


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Todos al Saló

El pasado fin de semana se celebraba en Barcelona una nueva edición del Salón Internacional del cómic. La primera novedad de este año era la ubicación, más amplia y cómoda que la anterior Estación de Francia y en la que, al menos, ya no hay que escuchar las ruidosas llamadas anunciando las salidas de trenes. Aunque también se pierden anécdotas tan curiosas como la relatada por Pere Joan. Un año le tocó firmar en una caseta con Daniel Torres, el conocido autor valenciano. De repente Daniel se levantó y anunció que tenía que irse. Sacó una maleta, se dirigió hacia el andén, tomó un tren y se fue. Adios.

Las exposiciones demostraron un año más la incontinencia habitual de la organización, obsesionada por convertir cada muestra en una representación teatral. Se llevaba la palma la de Altuna, para la que se habían diseñado una especie de asquerosos retretes, en los que no faltaba el detalle de un maniquí potando. Todo muy provocador, seguro que lo disfrutaron. Más fácil resultaba apreciar la labor de Fontdevila, con unos originales de sorprendente limpieza.

Otro aspecto que tampoco cambia es la sensación de alienación que experimenta todo aficionado adulto, al comprobar año tras año cómo apenas parece renovarse la pléyade de tipos con camisetas negras y aspecto de pertenecer a una secta que puebla el Salón. Confirmado: la gente normal no lee tebeos. Para alcanzar a las más variadas sensibilidades, los stands de las grandes compañías se alternaban con los de los fanzines minoritarios, en una mezcla particularmente divertida.

Confieso que no asistí a muchas charlas, excepto la de presentación de la revista mallorquina NSLM, en la que pudimos escuchar a los esforzados editores explicándose ante un público compuesto por cinco personas, incluido el técnico de sonido encargado de los micros. Al final lo hemos conseguido: el cómic es un arte minoritario.

Como siempre, se presentaron muchas novedades, que iré comentando a lo largo de las próximas semanas, aunque sí quisiera destacar la reedición de Gina, una de las obras de Purita Campos, una profesional como la copa de un pino, a la que ya reivindicamos en Gijón en su momento y que ahora Glenat rescata. En un mercado que apenas se preocupa por sus antecedentes, es importante que las editoriales se animen a reeditar obras clave para entender la evolución del medio en nuestro país.
Florentino Flórez

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