The originals
Dave Gibbons
Planeta DeAgostini. Barcelona, 2005.
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Quadrophenia 2000
Hay autores a los que uno perdona casi todo. Gibbons
es uno de ellos. Nos conquistó con su Watchmen, una obra
en la que todo el mundo se acordaba del guionista y nadie lo citaba a
él. Hasta que posteriores entregas de Alan Moore
han demostrado que pocos creadores como Gibbons son capaces
de describir de manera clara y coherente los abigarrados mundos del extravagante
inglés. Dave lo consiguió, con un dibujo limitado y con
tendencia a la rigidez, pero también con perfectas caracterizaciones
y una planificación variada y eficaz.
Desde entonces, la carrera de Gibbons ha sido más
bien errática. Colaboró con Miller en Martha
Washington, que acaba de reeditarse. De nuevo, su dibujo elevaba
el argumento y, al menos, resultaba entretenido. Después dibujó
algunos relatos cortos con guiones suyos, antes de dar el salto a la escritura
para otros autores. Algunos son olvidables, otros no tanto y con el tiempo
se ha ido ganando nuestro respeto. Como guionista es modesto y siempre
parece más interesado en el entretenimiento que en los discursos.
Su último trabajo era como Doce del patíbulo, en
un universo alterativo y con mutantes. Me refiero a su deliciosa historia
para El Capitán América, espléndidamente
dibujada por Lee Weeks.
Por el camino, tuvimos ocasión de invitarle a Gijón, donde
comprobamos que es un auténtico caballero, que, tras pasar por
algunas tragedias personales, parece haber encontrado un extraordinario
equilibrio vital y creativo. Lo que se dice un tipo cortés, encantador,
atento y cercano. Sólo puedo tener buenas palabras sobre él.
Quizás por eso esperaba algo más de esta su nueva entrega.
Un bonito volumen, con una paginación sorprendente, en un potente
blanco y negro... Formalmente no decepciona y Gibbons
demuestra que sigue en buena forma. Su excelente narrativa hace que el
libro se devore de un tirón. Otra cuestión son los contenidos.
Yo no veo otra cosa que una adaptación de Quadrophenia
al nuevo milenio. Supongo que recuerdan aquel plastazo en el que salía
Sting y se nos contaban las guerras entre mods y rockers
en la Inglaterra de los 60. Aquí se sustituyen los nombres de las
bandas, las motos cambian un poco y el resto es todo lo mismo. Un relato
de iniciación, con algo de amor, conflictos entre amigos, drogas
y violencia. Pero todo nos suena. No se entienden los esfuerzos que realiza
Gibbons para contarnos otra vez una historia archiconocida. Una pena.
Florentino Flórez
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