K
Tosaki y Taniguchi
Editorial Otakuland. Madrid 2005
Viñetas
El guionisat Sente, que nos atrapó en su excelente
Maquinación Voronov, une sus fuerzas con Rosinski,
colaborador de Van Hamme en Thorgal. Aquí
el dibujante polaco abandona su plumilla para entregarse a unos acabados
casi pictóricos, con constantes alusiones a un impresionismo
pasado por la época dorada de la ilustración. El resultado
es tan sensual como sorprendente. Sumen a ello un argumento declaradamente
folletinesco, con amantes despechadas, abusos y juicios públicos.
El conjunto anuncia una de las sagas más interesantes que nos
han llegado de Europa en los últimos meses. No le pierdan la
pista. Su título: La venganza del conde Skarbek.
|
Montañas nevadas
Que Taniguchi es un maestro en
su arte ya es algo que queda fuera de toda duda. Nos apabulló en
El almanaque de mi padre. Nos deslumbró con Barrio
lejano. Nos emocionó con El olmo del Cáucaso.
Y ahora nos aterroriza con este escueto K. Solo, o acompañado
de guionistas-cómplices, con su entrañable dibujo y su capacidad
para ir más allá de la superficie de las cosas, el creador
japonés demuestra de nuevo que la calidad no tiene fronteras.
Aunque muchos parecen suponer que la globalización implica uniformización,
la terca realidad se empeña en desmentirlos. La posibilidad de
acceder a productos japoneses, antes negada, nos ha permitido en los últimos
años apreciar la calidad de los comics de ese país y comprobar
cómo las historias más exóticas pueden resultar cercanas,
si detrás se encuentran narradores de la talla de Taniguchi,
Tezuka o Koike.
Y, desde luego, la última propuesta de Taniguchi no
puede ser más peculiar: un conjunto de historias de escalada que
se desarrollan en las escarpadas cimas del Himalaya. Un tema difícil
de visualizar, incluso en cine, no digamos en cómic. Pero el maestro
sale nuevamente airoso del desafío trabajando sobre unos extraordinarios
guiones de Tosaki. Los argumentos transcienden esas ascensiones
de lo puramente deportivo a zonas que casi rozan lo religioso, el eterno
dilema del hombre frente a las condiciones adversas y la muerte.
Pero si los relatos son fascinantes, había que saber visualizarlos.
Y cómo. El dibujante se enfrenta a retos como el de esa larga escena
en que el héroe se queda pegado a la pared de hielo y debe liberarse
con la única fuerza de su aliento. O esa memorable secuencia en
que, tras permanecer colgado de un solo dedo, vuela hacia arriba ayudado
por el viento. Si la puesta en escena es casi milagrosa no lo son menos
las sensaciones que transmite con sus pobres medios, la tinta y el papel,
del terror al frío, pasando por el vértigo más espantoso.
Este no es un tebeo para alpinistas, como podría parecer. Es una
joya para todos los amantes del buen comic.
Florentino Flórez
|