Ed el payado feliz
Chester Brown
La Cúpula. Barcelona, 2006.

 

 

 

© 2003 El Wendigo. Todos los derechos reservados
El © de las viñetas pertenece a sus respectivos autores y/o editoriales.

Payasos tristes

No es éste el tebeo del que pensaba hablar esta semana, pero me ha sorprendido tanto que no puedo evitar dedicarle estas líneas. De Chester Brown sabíamos que era la tercera pata del trípode formado por Seth y Math, autores canadienses que por los ochenta se supone renovaron el asunto éste de los tebeos. Lo que llegó de ellos por aquí no era como para entusiasmarse. Math pintaba un mundo autobiográfico que lo convertía en una especie de Crumb antipático. Seth era algo más interesante, pero tampoco era para tirar cohetes. De Brown sólo conocíamos el Playboy, un breve relato en el que nos contaba sus primeras pajas. Sin embargo, con tan curioso argumento, demostraba que era el que tenía más talento de los tres.

Luego pudimos asomarnos a su biografía de Louis Riel, una especie de chifladura minimalista cuya realización parece que le ha llevado un montón de años. Abrigábamos pocas esperanzas de ver más trabajos suyos traducidos por aquí. Y, de repente, La Cúpula se descuelga con una de las obras de sus comienzos, como rápidamente se percibe por el dibujo, menos pulido y refinado que el de posteriores entregas. Ni el título ni el tema presagiaban nada bueno.

Definirlo como raro es quedarse muy corto. Entre las innumerables historias que se entrelazan podemos citar aquella del presidente Reagan que descubre un agujero a otra dimensión. Su cabeza queda atrapada en ella y allí aparece en el glande del payaso protagonista que, durante el resto del tebeo, debe aguantar cómo el encabronado mandamás protesta desde el extremo de su pene. Sumen a eso pigmeos cazadores de ratas que habitan las cloacas, chicas vampiro, pecadores que pierden la mano que les escandaliza y un montón enorme de ocurrencias extravagantes que, de alguna manera, consiguen construir un relato coherente y entretenido.

Quien logra algo semejante a partir de tales materiales sólo puede calificarse como genio. Este es el tipo de tebeo que yo nunca recomendaría y, sin embargo, me veo obligado a hacerlo. Es fascinante, divertido, aterrador y unas cuantas cosas más. Sin duda Chester Brown está tocado por el hada de los tebeos, es un narrador nato, capaz de atraparnos con los argumentos más estrambóticos.

Cuando el talento es tan grande, bienvenidas sean las innovaciones.
Florentino Flórez

Artículo Anterior


Índice

Artículo Siguiente