Ed el payado feliz
Chester Brown
La Cúpula. Barcelona, 2006.
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Payasos tristes
No es éste el tebeo del que pensaba hablar esta semana, pero me
ha sorprendido tanto que no puedo evitar dedicarle estas líneas.
De Chester Brown sabíamos que era la tercera pata
del trípode formado por Seth y Math,
autores canadienses que por los ochenta se supone renovaron el asunto
éste de los tebeos. Lo que llegó de ellos por aquí
no era como para entusiasmarse. Math pintaba un mundo autobiográfico
que lo convertía en una especie de Crumb antipático. Seth
era algo más interesante, pero tampoco era para tirar cohetes.
De Brown sólo conocíamos el Playboy, un breve relato
en el que nos contaba sus primeras pajas. Sin embargo, con tan curioso
argumento, demostraba que era el que tenía más talento de
los tres.
Luego pudimos asomarnos a su biografía de Louis Riel,
una especie de chifladura minimalista cuya realización parece que
le ha llevado un montón de años. Abrigábamos pocas
esperanzas de ver más trabajos suyos traducidos por aquí.
Y, de repente, La Cúpula se descuelga con una de las obras de sus
comienzos, como rápidamente se percibe por el dibujo, menos pulido
y refinado que el de posteriores entregas. Ni el título ni el tema
presagiaban nada bueno.
Definirlo como raro es quedarse muy corto. Entre las innumerables historias
que se entrelazan podemos citar aquella del presidente Reagan que descubre
un agujero a otra dimensión. Su cabeza queda atrapada en ella y
allí aparece en el glande del payaso protagonista que, durante
el resto del tebeo, debe aguantar cómo el encabronado mandamás
protesta desde el extremo de su pene. Sumen a eso pigmeos cazadores de
ratas que habitan las cloacas, chicas vampiro, pecadores que pierden la
mano que les escandaliza y un montón enorme de ocurrencias extravagantes
que, de alguna manera, consiguen construir un relato coherente y entretenido.
Quien logra algo semejante a partir de tales materiales sólo puede
calificarse como genio. Este es el tipo de tebeo que yo nunca recomendaría
y, sin embargo, me veo obligado a hacerlo. Es fascinante, divertido, aterrador
y unas cuantas cosas más. Sin duda Chester Brown
está tocado por el hada de los tebeos, es un narrador nato, capaz
de atraparnos con los argumentos más estrambóticos.
Cuando el talento es tan grande, bienvenidas sean las innovaciones.
Florentino Flórez
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