Tres viajes
Miguel Gallardo
Edicions de Ponent. Alicante, 2006.

 

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¡Gallardo, payaso!

Gallardo es bien conocido en el mundo del cómic desde que allá por los ochenta se hiciera cargo de uno de los personajes más carismáticos de la transición, Makoki. Aquella aventura compartida con su amigo Juanito Mediavilla fue dando paso a historias más refinadas e irónicas, protagonizadas por periodistas tan chiripitifláuticos como Pepito Magefesa o Perico Carambola. Progresivamente, el autor demostró que su interés por el dibujo y sus capacidades para el trazo y el color le permitían desbordar el ámbito de los comics y recorrer otras sendas, como la de la ilustración editorial primero y la infantil después.

Aunque Gallardo lleva ya muchos años demostrando que es uno de los mejores y más frescos dibujantes de este país, cada cierto tiempo se permite incursiones en el mundo de los tebeos. O algo así. Últimamente tiene como socio a Enric Jardí, que ha diseñado preciosos contenedores para sus locuras; desde el recopilatorio El informe G, hasta el extraño volumen que escribió con su padre, Un largo silencio, donde entremezclaba las memorias de su progenitor con pequeñas historietas, episodios de la guerra civil.

Ahora Jardí ha ideado una especie de pasaporte, que envuelve algunos de los cuadernos de viaje de Gallardo. De vez en cuando aparecen algunos de sus célebres perfiles y el librito nos permite asomarnos a la etapa más básica de su trabajo, apenas unos apuntes, combinando rojo y negro. Aunque el autor nos aseguraba que todos los datos eran verdaderos y válidos, el valor de esta guía se encuentra sobre todo en el desparpajo, en su frescura. En la inevitable coña que acompaña siempre a Gallardo. Puede dibujar con más o menos finura, yo creo que a él eso le resulta indiferente y lo ajusta a sus necesidades comunicativas en cada momento. Pero el humor nunca le abandona.

Y aquí hay pasajes realmente descacharrantes, especialmente el episodio milanés, hablado en un italiano macarrónico y delirante. A estas alturas ya no esperamos de él obras maestras del humor, sino más bien aquello a lo que nos tiene acostumbrados: cachondeo, sorna, ese humor tierno que acompaña siempre a su dibujo, para satisfacción del lector. Disfrútenlo y ya les adelanto que en septiembre podremos contemplara sus originales aquí en Palma.
Florentino Flórez

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