BlackJack
Osamu Tezuka
Ediciones Glénat. Barcelona, 2007.




 

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Otro médico con malas pulgas

Hace casi una década el llamado Dios del Manga, Osamu Tezuka, era prácticamente un desconocido por aquí. Entonces Glénat lanzó la primera edición de las aventuras de uno de sus personajes, Blackjack, un peculiar médico que practica su oficio al margen de la legalidad. Si en su momento aquel tebeo nos sorprendió, permitiendo que nos asomáramos a ese creador, no decepciona en su retorno.

La diferencia es que ahora conocemos mucho mejor a Tezuka y hemos aprendido a admirar su trabajo, con sus altibajos y, por supuesto, sus genialidades, que no son pocas. Primero el monumental Adolf, luego Fenix o Buda, Oda a Kirihito o El árbol que da sombra, entre tantas otras que aún quedan por publicar. La entrega de este maestro a su arte fue total y quedó plasmada en series en las que las páginas se cuentan no ya por cientos sino por miles. Cifras abrumadoras, aun teniendo en cuenta los ayudantes que colaboraban con él.

Porque si su dibujo presenta irregularidades y salta con desparpajo del cartoon a lo Disney que le caracteriza al realismo de fuentes fotográficas, su texto no suele desfallecer. Siempre abrumador, volcánico, sus personajes crecen y cambian ante nosotros, son mucho más que humanos, con sus comportamientos paradójicos, su violencia y su manera de enfrentarse a unas circunstancias vitales siempre móviles.

Tezuka es en esencia un gran narrador, un tipo con ganas de contar historias y de sorprendernos con ellas. Y la mayoría de las veces lo consigue. A veces se empasta y se lía, o sus mezclas entre la farsa y la tragedia no funcionan, pero da igual. Su imaginación es tan desbordante, su capacidad de invención tan arrolladora, que sabemos que antes o después volverá a acertar, atrapándonos en el juego tejido por su imaginación. Además, es un humanista, alguien que entiende y explica perfectamente las pasiones de sus congéneres, sus momentos sublimes y sus bajezas. Sabe que somos capaces de lo mejor y lo peor y nos lo cuenta.

Así que volver a reencontrarse con él es agradable. Más cuando se nos permite conocer nuevas aventuras de uno de sus personajes favoritos, ese atormentado médico que recorre el mundo practicando su oficio a cambio de sumas fabulosas, despreciando los habituales sentimientos altruistas que asociamos con los de su gremio. Su habitual mal humor nos permite compararlo con el protagonista de una serie de televisión de actualidad. Ambos comparten dolencias que no pueden sanar, mientras se pasan el día arreglando la vida de los demás. Y hay un tono de fondo, una atmósfera racional, que también los une.

En tiempos en los que se acusa a la medicina de atender a la enfermedad y desatender al enfermo, tanto House como Blackjack parecen querer decirnos que al final la cuestión es quién cura mejor. Son tipos de hechos, más que de palabras y las páginas de la serie se pueblan de operaciones imposibles y enfermedades improbables, que nos recuerdan que antes de dedicarse al manga Tezuka iba para médico. Y se le nota.

Por supuesto, no abandona su habitual galería de personajes estrambóticos, sus comparsas humorísticos y sus siempre sorprendentes mezclas de géneros. Son historietas cortas y a veces echamos en falta ciertos desarrollos dramáticos, pero da igual. Una afortunada recuperación.
Florentino Flórez

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