Tito Longueirón
Pinto y Chinto
Factoría K de libros. Vigo, 2007
70 páginas, 14 euros

 

 

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sentidos del humor

Algunos humoristas gráficos tienen la fortuna de ver cómo sus chistes se agrupan en tomos, que nos permiten apreciar su labor separada de la inmediatez del periódico. Es el caso de El Roto, conocido en otras vidas como Ops o Rábago. Hace ya años que parece sentirse a gusto con esta encarnación, ya que tanto su estilo como sus temas reflejan una sólida y fructífera estabilidad. En arte, para hacer algo bien normalmente hay que insistir mucho sobre lo mismo.

Frente a la opinión común que establece que los dibujantes de prensa intentan modificar nuestra mirada sobre la realidad, decía Gombrich que lo común parece ser más bien lo contrario. Esto es, que se dirigen a quienes ya piensan como ellos y simplemente les ayudan a reforzar sus convicciones. ¿Conocen ustedes a alguien que haya cambiado su forma de pensar gracias a un chiste? Yo no.

Como buen chistógrafo, El Roto sermonea a sus correligionarios con la fe del converso. Mantiene una visión que lo emparenta con los revolucionarios decimonónicos. No en vano sus grafismos recuerdan al trabajo de algunos colaboradores de Simplicissimus, a Goya o a Daumier, como se nos recuerda en los prólogos. En los últimos meses han aparecido no uno sino dos volúmenes agrupando diferentes ilustraciones suyas, bajo el título de Vocabulario figurado. Nos muestra su particular infierno, que al final no es tan diferente de las visiones que vomitaba cuando todavía era Ops ¿Alguien recuerda su libro Ovillos de baba? Contenía aquella impresionante imagen del tipo que se cortaba la lengua con unas tijeras, algo que no queda tan lejos de algunos de sus chistes actuales. Como el del niño sin labios que afirma que sus padres le están enseñando a hablar con la boca cerrada. Que El Roto tiene talento (y mucho) no lo pongo en duda. Pero le lleva a una letanía repetitiva aunque nunca aburrida de desgracias y desastres. Hay quien disfruta con ello.

Cuando los humoristas no trabajan para los periódicos más vendidos, resulta difícil que nos fijemos en ellos. Por eso, casos como el de Caín, el equipo formado por Hernández Cava y Federico del Barrio, podrían pasar desapercibidos. Hace años que colaboran con La Razón y ahora parte de ese material ha sido recopilado en un bonito volumen. Son especialmente afortunados los chistes sobre violencia de género, aunque la calidad de su trabajo es muy alta. A destacar el dibujo siempre en transformación de Federico. Si temen que el medio condicione los mensajes de los autores, no se preocupen; no es el caso, ni mucho menos.

Un último ejemplo, más periférico que los anteriores. Desde Galicia nos llegan Pinto y Chinto. Todavía no se han agrupado sus chistes diarios, que son muy buenos, pero sí las planchas de su personaje Tito Longarón, una parodia del mundo deportivo. Su distribución ha sido realmente extraña así que tendrán que espabilarse si quieren dar con él. Les aseguro que merece la pena. Quizás sean finalmente los periódicos quienes aseguren savia nueva para el medio. Ya ha ocurrido con anterioridad y es probable que vuelva a pasar. Mientras tanto sólo podemos apoyar a estos nuevos talentos, sobre todo si son tan brillantes como estos dos gallegos. No se lo pierdan, diversión garantizada.

Florentino Flórez

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