El eternauta
Oesterheld y Solano López
Norma editorial. Barcelona, 2007.
|
Cuando
todo es posible
Hace cincuenta años que este tebeo se
publicó por vez primera en Argentina. Desde entonces, ha conocido
numerosas reediciones y recuperaciones. Llegó a ser reelaborado
por uno de los dibujantes argentinos más conocidos, como es Alberto
Breccia, en una versión más abstracta y llena de
juegos formales que el original. Al parecer, no tuvo tanto éxito.
Algo que no nos extraña mucho, Breccia
puede ser un dibujante tremendamente expresivo y capaz de transmitir muchas
emociones con un sólo trazo, como demostró sobre todo en
Mort Cinder. Pero también se emborrachó a menudo
con sus travesuras gráficas, entregado a un experimentalismo muy
alabado por la crítica, pero no tanto por el público. Personalmente,
me repele cuando se vuelve más caricaturesco, creo que se ablanda
y pierde fuerza. Y también cuando se pasa con las manchas y nos
obliga a emplear más tiempo en intentar reconocer lo que aparece
en cada viñeta que en seguir la acción. Como muy a menudo
le pasa en sus adaptaciones de Lovecraft, sus historias sobre Daneri y
tantas otras.
Solano, el primer dibujante de El eternauta,
no comete tales pecados. Se le puede acusar de cierta morosidad narrativa,
sus personajes se parecen mucho unos a otros, pero en general es un profesional
que cumple y que aporta el adecuado tono dramático a una historieta
que destaca especialmente por el guión.
Oesterheld, el escritor,
es tristemente famoso por formar parte de las estadísticas de desaparecidos
durante la dictadura de Videla. Aparte de eso, recordamos con agrado algunos
de sus episodios para la citada Mort Cinder, especialmente el
dedicado a las Termópilas. Como ya he dicho, da sopas con honda
a la versión de Miller. Es más sentida,
más poética, más épica y el dibujo de Breccia
resulta espectacular.
Aquí se mueve en su registro habitual, jugando en una frontera
en la que apenas se separa lo real de la fantasía. Alguien dirá
que es lo característico de Sudamérica y se lanzará
a hablar de realismo mágico y demás etiquetas. Yo no me
precipitaría tanto. Cuando comparamos la serie con otra inglesa
de ese momento, Jeff Hawke, comprobamos que esa introducción
de elementos fanta-científicos en entornos realistas no es ni mucho
menos propia del cono sur. Es algo habitual en la obra de Jordan
y otros creadores ingleses, aunque en su caso viene muy sazonada con humor.
Oesterheld es más serio, pero su contención
en el tono, que aporta un aire grave y trascendental a toda la saga, no
supone un freno a la hora de imaginar bichos extraterrestres, amenazas
galácticas y especies letales. No hay limitaciones al número
de fantásticos enemigos que se enfrentan a los desesperados supervivientes.
Pero, a pesar de ello, el escritor consigue centrarse más en los
esforzados ciudadanos que en sus cósmicos antagonistas. El
Eternauta describe una prolongada agonía. La que padece la
Tierra tras una invasión alienígena. Tardamos en ver a los
invasores, el relato se toma su tiempo en mostrarnos el ingenio de los
pocos hombres que evitan las plagas del espacio y su capacidad para adaptarse
a un mundo nuevo y, aparentemente, sin reglas.
No es una obra redonda, pero sí imaginativa y entretenida. En una
de estas largas tardes de invierno, háganse con este bonito tomo
y léanlo con calma. Les aseguro que no se aburrirán.
Florentino Flórez
|