R. Crumb. Recuerdos y opiniones
Crumb y Poplasky.
Global Rhythm Press S.L. Barcelona, 2008.
438 páginas, 36 euros.

 

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No me da la gana

La Cúpula continua reeditando las obras completas de Crumb y cada cierto tiempo incluye alguna historia que no conocíamos o que, sencillamente, habíamos olvidado. Por eso conviene estar atento.

Pero mucho más nutritivo que esos pedazos ha resultado este volumen dedicado a su vida. No es el único del que tenemos noticias. Se habla de su relectura del Génesis o del tocho dedicado a una estrella porno, entre otros proyectos a los que sólo une un desmesurado volumen. Bob parece dispuesto a morirse atado a su mesa de dibujo, produciendo planchas hasta el final.

Si todas sus nuevas entregas son tan jugosas como esta especie de biografía no nos quejaremos. Viene acompañada por un cd que recoge una selección de piezas interpretadas por Crumb con algunos de los grupos en los que ha participado, como The Chip Suit Serenaders o Les Primitifs du Futur.

El aspecto más débil es una rotulación inadecuada. El libro viene cargado de tebeos o fragmentos de planchas y los diálogos están escritos con una de esas familias que imitan la caligrafía manual. El resultado es bastante lamentable y se escapa mucha fuerza a través de los bocadillos. A esto podemos sumar fallos tontos como atribuir a Barks la creación del pato Lucas, detalles que nos indican que la edición ciertamente podía haberse cuidado más.

Aparte de esto, el resto es puro disfrute. Si ustedes admiran como yo el trabajo de Crumb sin duda se lo pasarán bomba con un volumen que se devora con facilidad. No sólo por el acertado equilibrio entre breves textos y numerosas historietas entre las que se incluyen algunas de las más polémicas y conocidas. También porque el autor nos permite asomarnos a datos que desconocíamos de su biografía o, lo que resulta aún más interesante, reflexiona en voz alta sobre el medio al que ha dedicado su vida.

En ese sentido, sorprende su lucidez. Divide a los autores en narradores y dibujantes y atribuye a su hermano el poco interés que tiene por la narración. Confiesa que siempre prefirió dibujar portadas, porque disfrutaba con el dibujo mientras que contar historias le aburría. Diría que esa contradicción recorre todo su trabajo. Medita también sobre la tradición, manifestando otra vez su rechazo hacia todo el arte posterior a la Segunda Guerra. Curiosamente, él parece haber dado con algo nuevo, partiendo de unas fuentes muy tradicionales. Mezcla elementos tomados de los grabados satíricos del XIX con las carcasas blandas de los Animal Funnies que leía de pequeño. Sumen a eso su particular universo, cargado de obsesiones, represiones y fijaciones sexuales y el resultado es explosivo.

La fórmula de su éxito se encuentra en un territorio que cada vez más autores parecen buscar. Pienso en los casos de Mignola, Schuiten o Moebius. Creadores con universos gráficos no especialmente interesantes en lo narrativo, pero que les han permitido generar imágenes reconocibles y propias. Son esos satélites, que apenas tienen sentido separados de su núcleo, los que consiguen que sus autores vivan bien de su arte.

Crumb no es Eisner, pero tampoco Mignola. No alcanzará ciertas profundidades pero su mundo es coherente y reconocible y muchas de sus sátiras acertadas y necesarias. A partir de ahí, ha crecido desarrollando un sólido conjunto de dibujos que exploran temas conocidos. Básicamente, tías salvajes y personajes escuálidos y alienados que, con algún golpe de suerte, pueden soñar con tirarse a alguna de esas diosas de la jungla.

Puede que no estemos de acuerdo con todo lo que dice, pero es imposible enfadarse con Crumb. Es un cachondo que nos ha alegrado la vida y todavía continúa haciéndolo. Yo se lo agradezco.



Florentino Flórez

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