Y, el último hombre
Brian K. Vaughan y Pía Guerra
Planeta DeAgostino. Barcelona, 2009.
170 págs, 12,95 euros

 

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El © de las viñetas pertenece a sus respectivos autores y/o editoriales.

El último hombre vivo

En su apocalíptica novela, Matheson fabulaba sobre un hombre enfrentado a un mundo vampírico; tal situación extrema le permitía reflexionar sobre conceptos como normalidad y locura, sobre lo mal que toleramos ser la excepción, lo diferente en un universo que se rige por otras reglas. Aunque cada vez más los discursos oficiales insisten en el respeto a la diversidad, lo cierto es que somos seres gregarios, con miedo a enfrentarnos como individuos aislados a la masa, a la que preferimos pertenecer y en la que nos gusta sumergirnos. Vaughan no llega tan lejos como este clásico de la ciencia ficción, porque además prefiere engrasar sus historias con un humor siempre presente.

Ya les he hablado de esta serie que ahora concluye y de su sorprendente punto de partida. Una extraña enfermedad borra a todos los varones de la faz de la tierra, salvo dos notables excepciones: Yorick Brown, un especialista en fugas, y su mascota Ampersand, literalmente el último mono. A lo largo de esta larga saga recorremos con ellos muchos kilómetros, ya que el héroe desea reunirse con su novia que vive en Australia, en el otro extremo del mundo. Vaughan no elude los elementos más fantásticos que su disparatada situación le facilita, como la aparición de amazonas que echan la culpa de todo lo sucedido a los hombres, o el establecimiento de un nuevo orden mundial, ahora enteramente dirigido por mujeres. Hay aventuras con espías, conspiraciones y asesinatos y todas desean meterle mano a esa última fuente de esperma, con la intención de clonarlo, experimentar con él o, sencillamente, pasar un buen rato. Yorick intenta mantenerse fiel a su verdadero amor y los episodios de una guerra de sexos pasada de rosca se suceden. El protagonista suaviza los momentos más dramáticos con una ironía constante, pero con todo el guión nos planta ante situaciones realmente emotivas, encontrando un delicado equilibrio entre el melodrama, el tebeo de ideas y el puro entretenimiento de género.

La dibujante Pia Guerra se mantiene a la altura de las circunstancias, ayudada por las eficaces tintas de José Marzán Jr. Su dibujo puede parecer seco y poco atractivo en un primer vistazo, pero si le damos una oportunidad pronto muestra su calidad. Pia no se pierde en florituras y se concentra en lo esencial: la figura humana y sus expresiones. Sus páginas son ajustadas y entretenidas, siempre atentas a lo narrado y manteniendo un nivel general muy alto. Sin duda su arte puede ser calificado como clásico, en el mejor de los sentidos posibles: no se va por las ramas ni se pierde en barroquismos innecesarios, todo se pone al servicio de la historia.

En su conclusión la saga nos deja un regusto amargo. La presencia de la muerte, una constante en muchos de sus episodios, se hace más acusada al final. No deseo revelar más de lo necesario pero sí puedo agradecer al guionista cierta voluntad de equilibrio. Por una parte nos sobrecoge con el repentino e inesperado asesinato de uno de los protagonistas, pero por otro lo compensa con la brillante salida del escenario de Yorick, escapista hasta el fin. No se lo pierdan, es muy recomendable.

Florentino Flórez

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